Arely Gómez tenía 15 años cuando su vida fue arrebatada en la comunidad de Paztontikja, en Oxchuc, Los Altos de Chiapas. Fue asesinada a golpes, presuntamente por su marido, en un acto de brutalidad que no sólo destrozó a su familia, sino que volvió a encender las alarmas sobre la violencia de género en el estado.
La Fiscalía General del Estado confirmó que el feminicidio ocurrió el 26 de noviembre, luego de que la joven llegó gravemente golpeada a su hogar y, posteriormente, falleció en el Hospital de Las Culturas, en San Cristóbal de las Casas.
Una historia repetida
El caso de Arely no es un hecho aislado. Es el quinto feminicidio registrado en Chiapas únicamente en el mes de noviembre y la víctima número 34 en lo que va del año, según datos de la colectiva feminista 50 más 1. Lo más doloroso es que este feminicidio pudo haberse evitado: su familia ya había denunciado previamente los abusos que la joven sufría en su relación.
El patrón se repite. Las denuncias previas no bastaron para salvar a Arely, como tampoco protegieron a Laura, Erika, Anel y Mónica, otras mujeres asesinadas este mismo mes. Detrás de cada nombre hay una historia, una familia destrozada, y un sistema que, una vez más, falló en protegerlas.
La colectiva feminista 50 más 1 describió las cifras de feminicidios como “escalofriantes” y denunció que representan sólo la forma más extrema de la violencia de género que enfrentan diariamente las mujeres en Chiapas.
Para ellas, estos crímenes son un llamado urgente a rediseñar estrategias de prevención y protección, reforzar los mecanismos de atención a las víctimas, y garantizar que la justicia no sea una promesa vacía, sino una realidad palpable.
“En el ámbito de la prevención, es imprescindible instaurar obligatoriamente talleres de educación y sensibilización en violencia de género. Para ello necesitamos el compromiso de los centros educativos”, señaló la colectiva. También destacaron la necesidad de que las instituciones políticas y los medios de comunicación se comprometan de lleno a cambiar el discurso y concienciar a la sociedad.
Un noviembre marcado por la violencia
El feminicidio de Arely cierra un mes especialmente trágico para las mujeres en Chiapas. En Tuxtla Gutiérrez, Laura fue asesinada a balazos por su pareja; Erika, con siete meses de embarazo, fue encontrada sin vida en Palenque; Anel fue hallada en la carretera de Puerto Arista, en Tonalá; y el asesinato de Mónica dejó huérfanos a dos niños, mientras que su asesino sigue prófugo.
Cada una de estas historias nos recuerda que la violencia de género no se detiene, que sigue presente en todos los rincones del estado y que, sin acciones contundentes, continuará cobrando vidas.
Justicia para Arely y todas
La Fiscalía contra el Feminicidio aseguró que está investigando el caso de Arely bajo protocolos con perspectiva de género, pero esto no basta. Las colectivas feministas exigen que se haga justicia, no sólo en este caso, sino en todos los feminicidios que han quedado en el olvido.
La violencia de género no es un problema privado, es una emergencia pública. No basta con indignarse; necesitamos acciones. Necesitamos un compromiso real de las autoridades, para que historias como la de Arely no se repitan. Porque cada feminicidio es un recordatorio doloroso de que, lamentablemente, en México ser mujer sigue siendo un riesgo.
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