¿Por qué las y los mexicanos odian Emilia Pérez?

Dicen que lo que mal empieza, mal acaba. Emilia Pérez, la película escrita y dirigida por el francés Jacques Audiard sigue dando de qué hablar, y ya te imaginarás por qué. 

Aunque no es la primera, ni será la última vez, que un extranjero cuente una visión irreal o exagerada de México esta película ha logrado enfurecer a más de una persona por su combinación de estereotipos ofensivos, falta de representación mexicana y un guión que parece haber sido escrito sin el más mínimo interés en nuestra cultura. 

Porque, a pesar de que es muy importante, lo de los acentos que tanto se habló y se hizo escándalo por lo que dijo Eugenio Derbéz, no es lo más grave de Emilia Pérez.

Desde un casting cuestionable hasta la romantización de temas sensibles como el narcotráfico, Emilia Pérez ha encendido el debate sobre la importancia de una representación auténtica y respetuosa. ¿Qué salió tan mal? Aquí te contamos todos los detalles.

¿Una película mexicana sin mexicanos?

El casting, podría decirse fue la primera red flag. Según la directora de casting, la idea original era tener un elenco mexicano. Pero, al parecer, las actrices y los actores mexicanos no fueron lo “suficientemente talentosos” para el papel. 

¿El resultado? Un reparto lleno de europeos y estadounidenses con “raíces latinas” que, según ella, podían capturar mejor la esencia mexicana. Claro, porque nada grita “México” como alguien que ni siquiera puede hablar español.

Selena Gomez, quien interpreta a Jessi, es el ejemplo más evidente de este despropósito. Su personaje originalmente era mexicano, pero tuvieron que cambiarlo porque su español era tan malo que no daba el ancho. En lugar de buscar a alguien más, prefirieron ajustar el guión.

Ah, y si te preguntas si al menos hay representación mexicana, sí, está Adriana Paz. Pero su papel es tan secundario que ni siquiera puede competir de manera independiente en los premios como Mejor Actriz de Reparto.

Un México inventado (y mal hecho)

El problema no termina con el casting. La película maneja temas como el narcotráfico y los desaparecidos, pero desde una visión que, para muchos ojos críticos, romantiza el dolor y convierte problemas reales en un cliché vacío. Este tipo de narrativas no sólo son insensibles, sino que perpetúan una idea falsa de México, una que se ve bonita en pantalla pero que no tiene nada que ver con la realidad.

Lo peor es que el director (que no habla ni español ni inglés) abiertamente dijo que no tenía que aprender más sobre México porque ya sabía “lo suficiente”. ¡¿Perdón?! Ni se molestó en investigar o entender los matices culturales, el idioma, o los temas tan delicados que aborda en su película. Y quedó más que claro que su visión de México está basada en una imagen estereotipada y eurocentrista.

¿Por qué importa la representación correcta?

La representación no se trata sólo de vernos en pantalla, sino de cómo somos retratadxs y quién cuenta nuestras historias. En un momento donde el cine extranjero sigue viéndonos a través de una lente eurocentrista, es vital que se reconozca la diversidad y complejidad de nuestras raíces.

El cine tiene el poder de moldear cómo el mundo ve a un país, y cuando nuestras historias son contadas por otras personas sin respeto ni contexto, lo único que logran es reforzar estereotipos dañinos. México no es sólo sombreros, tequila y narcotráfico.

Nos encanta que les guste México, pero con mexicanas y mexicanos, por favor

La ironía es que Estados Unidos y Europa, en general, dicen adorar nuestra comida, nuestras tradiciones y nuestra cultura, pero cuando se trata de darnos el protagonismo, ahí es donde nos hacen a un lado. ¿Por qué se nos sigue excluyendo de nuestras propias historias?


Emilia Pérez parece ser otro ejemplo de apropiación cultural disfrazada de “arte”. Y aunque posiblemente siga ganando incontables premios en el extranjero y sea una película aclamada por la crítica estadounidense y europea, no representa a México ni a los latinos. Es hora de que nuestras historias sean contadas con matices e identidades reales. Porque somos mucho más de lo que ese tipo de películas quiere hacernos parecer.


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