Apenas pasamos las preguntas incómodas de la cena navideña cuando ya vienen las presiones de año nuevo. “Este año bajaré 20 kilos”, “ahorraré más”, “voy a encontrar pareja sí o sí”… ¿te suena? Aunque a primera vista podemos pensar que son objetivos motivadores o inocentes, muchas veces terminan por ponernos presiones innecesarias que afectan nuestro bienestar emocional a lo largo de los meses.
La dictadura de los propósitos
Es casi inevitable no sentir el deseo de “empezar desde cero” cada enero. Las redes sociales, las conversaciones familiares y hasta los anuncios publicitarios parecen gritarnos que debemos reinventarnos. Pero ¿es necesario realmente?
Cuando los propósitos no se cumplen, surge un ciclo de frustración y autocrítica, donde te sientes incapaz o hasta te ves a ti mismx como “un fracaso”. Esto puede derivar en estrés, ansiedad y, en casos más graves, en episodios depresivos.
¿De dónde viene la presión?
El inicio del año es un momento culturalmente cargado de simbolismos: nuevos comienzos, oportunidades frescas y la idea de que “todo puede cambiar”. Pero esa presión no surge de la nada; está alimentada por expectativas externas y una narrativa de productividad tóxica que nos dice que no somos suficientes tal como somos.
Además, las redes sociales amplifican la comparación. Es fácil sentirse mal cuando ves a alguien publicando que no ha dejado de ir al gym, mientras tú por una u otra cuestión no has podido ni inscribirte en el gimnasio.
Cómo enfocarte en un Año Nuevo más saludable (y más amable)
Deja atrás esas presiones innecesarias y mejor destina esa energía en todo lo que realmente te haga sentir en paz contigo mismx. La vida ya es lo suficientemente pesada como para ponernos más cargas. Redefine este inicio de año:
1.- Replantea tus metas: En lugar de hacer propósitos rígidos, opta por intenciones flexibles. Por ejemplo, en vez de “leer 50 libros,” piensa en “disfrutar de la lectura cuando tenga tiempo.”
2.- Celebra pequeños logros: Todo avance, por pequeño que sea, merece ser reconocido. Recuerda que el progreso no siempre es lineal.
3.- Escucha tus emociones: Si un propósito te genera más estrés que motivación, es hora de reevaluarlo. No necesitas alcanzar una meta para validarte como persona.
4.- Prioriza tu salud mental: Haz del autocuidado una prioridad. Esto puede incluir terapia, prácticas de mindfulness o simplemente aprender a decir “no” cuando sea necesario (muchas veces es necesario).
Despide el perfeccionismo
El Año Nuevo no debería ser una excusa para ser más duro contigo. No necesitas un cambio radical para “crecer como persona”. A veces, el verdadero progreso está en aceptarte tal y como eres, con tus logros, errores y todos esos pequeños pasos que das día a día.
Este inicio de año, en lugar de obsesionarte con listas interminables de propósitos, pregúntate: ¿Qué me hace feliz y qué puedo hacer para cuidar mi bienestar? Quizás ahí encuentres el verdadero propósito.
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