¿Por qué idealizamos tanto el amor desde la cultura pop?

Bien decía Jane Austen, “el amor es un misterio que aún los más sabios no han podido desentrañar”. Y es que, a pesar de todos los avances y conocimientos que tenemos sobre las relaciones humanas y la mente, el amor sigue siendo una de las fuerzas más misteriosas y poderosas que nos mueve.

Desde que tenemos memoria, nos han dicho que el amor lo es todo. La literatura, las series, las películas, la música e incluso los memes, toda la cultura pop, nos ha vendido la promesa de un amor que trasciende el tiempo, que es tan perfecto, tan intenso, tan único, que nos hace creer que está destinado a suceder.

Nos han mostrado muchos de ese amor a primera vista, ese amor eterno que puede superar cualquier obstáculo. Pero, ¿no será que solo lo estaremos idealizando?

La magia del amor en la cultura pop

Quién te diga que nunca se ha imaginado en una relación amorosa como la de su serie favorita simplemente está mintiendo. Desde besos robados hasta grandes declaraciones de amor bajo la lluvia, la cultura pop nos ha enseñado que el amor ideal es así, algo grandioso, casi celestial.

Crecimos viendo películas como Titanic o las clásicas de Disney, leyendo libros como Orgullo y Prejuicio o Los Juegos del Hambre, y escuchando desde las emotivas baladas de Juan Gabriel hasta las canciones adolescentes de Taylor Swift, cada una narrando historias de un amor intenso, lleno de altibajos y retos, pero eterno e inquebrantable. Y ni hablar de los kdramas, donde siempre hay un millonario dispuesto a rescatar a la protagonista de su vida ordinaria.

Estas obras nos sumergieron en un mundo donde el amor no solo es un sentimiento, sino una fuerza imparable, capaz de transformar vidas, personas y superar las mayores adversidades, incluso las más impensables.

Nos hicieron creer que el amor verdadero está lleno de sacrificios y momentos que nos marcan para siempre, como una película que se queda en nuestra memoria, como una canción que nunca olvidamos. Y que no se trata de suerte o casualidad, sino que realmente estamos destinados a conocer a nuestra “alma gemela”.

Esa magia que nos mostraron, nos llevó a imaginar que el amor real debería ser igual, lleno de pasión sin fin, momentos inolvidables y sin una sola sombra de duda. Y con el paso de los años, esa idea se instaló en nuestra mente como un estándar a seguir.

Pero la realidad es otra: las relaciones pueden ser más complejas o sencillas, sin tantos giros inesperados, además que los problemas no se resuelven con un gran gesto romántico y, muchas veces, lo que sentimos por alguien tiene más que ver con nuestra propia percepción que con la persona en sí.

¿Por qué idealizamos?

Idealizar el amor tiene mucho que ver con cómo funcionamos psicológicamente. Desde que somos infantes aprendemos por imitación y buscamos modelos a seguir. Por eso, es fácil proyectar nuestras aspiraciones y deseos en alguien más, creyendo que esa persona tiene todas las respuestas sobre nuestra vida o que con ella encontraremos la felicidad absoluta.

Pensamos que el amor nos dará estabilidad y nos protegerá de la incertidumbre que nos rodea. Nos proyectamos con cada libro que leemos, con cada serie que vemos y con cada canción romántica que escuchamos.Idealizamos a las personas y al mismo concepto del amor, porque representa lo que queremos vivir. Buscamos en otra persona la solución a nuestros vacíos y problemas internos.

¿Por qué seguimos creyendo en este amor idealizado?

La respuesta podría estar en la naturaleza misma de la cultura pop. Las historias de amor perfecto nos atraen porque nos permiten escapar de los desafíos del mundo real. Vivimos en un mundo lleno de incertidumbres, de relaciones complicadas y de frustraciones personales.

Y, en medio de todo eso, los relatos de amor idealizado nos prometen un escape, un lugar donde todo es posible y donde el amor se convierte en la respuesta a nuestras inquietudes más profundas.

Nos hacen soñar con una persona dispuesta a sacrificarlo todo por nosotros, que pone nuestra felicidad por encima de cualquier otra cosa, alguien que aparece en nuestra vida como si fuera nuestro destino y nos acompaña para siempre. En un mundo lleno de imperfecciones, ¿quién no querría creer en algo así? Un amor que nos complete, que nos haga sentir que somos el centro del universo para alguien más.

Asimismo, la cultura pop también juega con nuestra necesidad de validación y pertenencia. Nos muestra el amor como una forma de alcanzar la felicidad total. Desde que tenemos memoria, se nos enseña que el amor es la cima de la experiencia humana, la culminación de nuestra búsqueda emocional y personal.

¿Realmente existe alguien que no quiera ser amado con una fuerza tan inquebrantable? En el fondo (o quizá no tanto), deseamos ser vistos y aceptados en nuestra totalidad, y la idea de un amor perfecto alimenta esa necesidad universal.

En ese sentido, idealizar el amor es un acto culturalmente arraigado, pero también es nuestra responsabilidad desmitificarlo. Al hacerlo, podemos empezar a construir relaciones más satisfactorias. Después de todo, como decía Austen, el amor es un misterio, y lo que lo hace tan fascinante no es su perfección, sino su capacidad de evolucionar y adaptarse.


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