​Infancias en México: una deuda urgente

En México, ser niña o niño no es sinónimo de vivir bien. Aunque debería ser la etapa más feliz de la vida, llena de juegos y diversión, lejos de eso millones de menores enfrentan pobreza, violencia, abandono y falta de oportunidades. Esta es una deuda enorme que tenemos como país…y sí, aún estamos muy lejos de saldarla.

La pobreza empieza desde la cuna

Casi la mitad de las niñas y niños en México crecen en pobreza. Eso significa que muchas veces no tienen qué comer, viven en casas sin agua o sin electricidad, y carecen de acceso a la salud. En 2022, más del 40% de la infancia no tenía servicios médicos. Peor aún: el 58% no contaba con seguridad social.

Este panorama es aún más duro para quienes viven en comunidades indígenas o rurales. Por ejemplo, el 82% de la infancia indígena vive en pobreza. Además, 1 de cada 4 no asiste a la escuela. Y cuando sí van, muchas veces no tienen libros ni maestros suficientes.

Violencia cotidiana: cuando el hogar y la escuela dejan de ser seguros

Miles de niños y niñas viven violencia en sus hogares, en las calles, en las escuelas… o en todos esos lugares a la vez. Tan solo en 2023, más de 9,700 menores fueron atendidos en hospitales por golpes y más de 1,200 por abandono. Pero estos son solo los casos que llegaron a los hospitales. La mayoría no se reporta, ni se atiende.

A ello se suma el abuso sexual infantil. México es uno de los países con más casos registrados dentro de la OCDE, y lo más alarmante es que de cada 1,000 denuncias solo una termina con una sentencia para el agresor. Esto significa que muchos abusadores siguen libres, mientras sus víctimas no reciben justicia ni apoyo psicológico.

De acuerdo con datos de la Dirección General de Información en Salud, en 2024, al menos 7,855 niñas de entre 10 y 14 años en México fueron obligadas a convertirse en madres, la mayoría de estos embarazos fueron producto de violencia sexual. Niñas que deberían estar jugando, no criando a un bebé. 

En las escuelas, el bullying también es una forma de violencia. No hay que irse muy lejos, el caso de Fátima, una adolescente hospitalizada tras un episodio de acoso escolar, fue muy comentado. Y dejó al descubierto que, en lugar de prevenir, muchas escuelas siguen sin protocolos claros para proteger a los estudiantes.

La infancia indígena: la más olvidada

Si ser niño ya es difícil en México, ser niño indígena es doblemente complicado. Además de la pobreza, sufren discriminación constante. El rezago educativo es notorio: más del 20% de la niñez indígena no está en el nivel escolar que le corresponde. Muchas veces deben dejar la escuela para trabajar, ayudar en casa o simplemente porque no hay un maestro disponible.

Asimismo, en sus comunidades suelen tener menos acceso a servicios de salud, tecnología o transporte. Esto hace que romper el círculo de la pobreza sea casi imposible.

¿Y el Estado? Presente, pero débil

Aunque México tiene leyes que protegen los derechos de la infancia —como la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes—, en la práctica, la protección es frágil. Por ejemplo, en 2024, solo el 5.7% del presupuesto destinado a prevenir y atender la violencia se asignó a la infancia, lo que equivale a menos de 50 pesos al año por menor

Peor aún, el gobierno federal ha planteado desaparecer el SIPINNA, que es el sistema nacional encargado de coordinar políticas de protección infantil, y pasar esas funciones al DIF. Organizaciones como REDIM han alertado que esto sería un grave retroceso, porque el DIF no tiene ni la estructura ni la independencia suficiente para cumplir esa función.

¿Qué falta por hacer?

La protección integral de la infancia en México requiere acciones urgentes como:​

  • Aumentar la inversión pública en programas de protección y desarrollo infantil.​
  • Fortalecer las instituciones encargadas de garantizar los derechos de la niñez.
  • Implementar protocolos efectivos para prevenir y atender la violencia en todos los ámbitos.​
  • Reducir las brechas de desigualdad, especialmente en comunidades indígenas y rurales.​
  • Promover una cultura de paz y respeto, educando a la sociedad sobre los derechos de niñas, niños y adolescentes.

La infancia no puede esperar. Cada día que pasa sin acciones concretas, miles de niñas y niños ven vulnerados sus derechos y su futuro comprometido. Todas las infancias tienen derecho a vivir seguras, amadas y con oportunidades reales. Una infancia digna no debería ser un privilegio, sino lo más básico.


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