La caída y resurrección de DINA: el orgullo del transporte mexicano

Si has viajado en autobús por México, seguro te has subido alguna vez a un vehículo hecho por DINA. Esta empresa mexicana, conocida formalmente como DINA Camiones, S.A. de C.V. (o Diesel Nacional), nació en 1951 en Hidalgo. ¿Su misión? Crear camiones y autobuses para un país que apenas estaba despegando en carreteras y movilidad. 

Y todo gracias a una inversión mayormente del gobierno federal, y a leyes que protegían a la industria nacional (y básicamente prohibían traer camiones extranjeros), la empresa creció como espuma.

Durante décadas, DINA fue sinónimo de orgullo industrial: se aliaron con gigantes como Fiat, Renault y Cummins, fabricaron modelos legendarios como el DINA Olímpico y dominaron el mercado nacional de transporte pesado. De hecho, para los 80s, DINA ya era un titán casi sin competencia en México.

El golpe neoliberal 

Todo iba viento en popa… hasta que llegaron los años 80 y la crisis económica. Con el pretexto de modernizar al país, los gobiernos de la época empezaron a vender empresas públicas a particulares (el famoso “periodo neoliberal”). 

Y DINA no se salvó: entre 1988 y 1989, fue liquidada como empresa estatal y privatizada. El Grupo G de los Gómez Flores la adquirió, e intentaron modernizarla con alianzas, tecnología BMW y expansiones a Argentina y Estados Unidos.

Pero la suerte no los acompañó: la crisis del 94, contratos cancelados (como el de Western Star Trucks) y dos huelgas laborales terminaron de rematar a DINA. Para 2001, la fábrica de Ciudad Sahagún estaba prácticamente cerrada, vendiendo terrenos y despidiendo trabajadores. Todo un colapso.

Después del desastre, hubo varios intentos (y fracasos) por revivir lo que quedaba. Se vendieron activos, se crearon nuevas empresas (como Motor Coach Industries México y Frontera Tren Motriz), pero nada terminó de cuajar. La vieja DINA parecía condenada a ser solo un recuerdo más de la época dorada industrial mexicana.

La resurrección de DINA

Contra todo pronóstico, DINA no desapareció del mapa. A partir de 2004 empezó a reestructurarse poquito a poquito. Vendieron terrenos, resolvieron pleitos legales y con mucha paciencia lanzaron nuevos modelos de autobuses urbanos más adaptados al mercado mexicano.

En 2008 relanzaron oficialmente la marca. Hoy, aunque ya no es ese gigante de antes, DINA sigue fabricando camiones y autobuses, con un enfoque en vehículos urbanos, ecológicos (como los que funcionan con gas) y con algo de exportación a Centroamérica.

Y como lo mencionamos más arriba, DINA pertenece a Grupo Empresarial G, que está ligado a la familia de Altagracia Gómez Sierra. ¿Quién es ella? Empresaria joven, dueña de varias compañías, además es amiga y asesora muy cercana de la presidenta Claudia Sheinbaum.

De hecho, Altagracia fue nombrada, desde julio de 2024, como Coordinadora del Consejo Asesor Empresarial de la Presidencia de la República. 
Así que sí: una de las marcas históricas más mexicanas del transporte ahora está en manos de una aliada muy cercana de Sheinbaum, pero sobre todo de una estratega que guía y trabaja en coordinación con dependencias como la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la Secretaría de Energía y la Secretaría de Economía.


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