En un país donde la impunidad es casi ley y las fiscalías no dan abasto con tantos casos graves, resulta que lo que sí se puede resolver rapidito y con toda la maquinaria jurídica del Estado… es que alguien le diga algo feo a un senador. El ciudadano Carlos Velázquez de León tuvo que ofrecer disculpas públicas a Gerardo Fernández Noroña por un altercado ocurrido en el AICM.
¿Y adivina dónde fue la disculpa? Nada más y nada menos que en el Senado de la República. Con Noroña a un lado. Bien institucional, bien simbólico… y bien incómodo.
Así fue la disculpa que ofreció el ciudadano a Fernández Noroña
El episodio ocurrió en septiembre de 2024, cuando Velázquez —un abogado, por cierto— le soltó algunos improperios a Noroña en el salón American Express del aeropuerto. ¿Motivo? Hasta ahora no queda claro, pero lo que sí es evidente es que lo dicho tocó fibras tan sensibles que el Senado entero se activó para defender la “investidura” del legislador.
Porque no fue Noroña solo quien respondió: el área jurídica del Senado (sí, la misma que debería estar revisando leyes, velando por derechos y todo eso) presentó una denuncia ante el Ministerio Público. Incluso la FGR se involucró. ¿Y para qué? Para que el ciudadano, al final, se presentara a pedir perdón frente al mismo Noroña, en un acto que muchos califican como más humillante que conciliador.
“Yo no obligué a nadie”, dice Noroña
Tras la disculpa, Noroña se echó un live en Facebook, y explicó que él no obligó a nadie a disculparse… que fue el propio Velázquez quien, de buena fe y reflexionando sus actos, decidió hacerlo. Aunque, si no lo hacía, pues ni modo, el litigio seguía. Y como era penal, ya sabes lo que eso implica.
Lo que más llama la atención es que el propio Noroña celebró que esto “sienta un precedente”. ¿Para qué? ¿Para que ya nadie se atreva a criticar a los funcionarios públicos? ¿Para que insultar a un legislador sea delito federal? ¿Para blindar a la clase política con un escudo jurídico que solo se activa cuando los insultados están en el poder?
El precedente que sienta: abuso de poder
Porque, ojo, este caso no se da en el vacío. Gerardo Fernández Noroña no es precisamente ajeno a las confrontaciones. Es más, se ha hecho de una carrera política a base de gritos, reclamos en tribuna y, claro, protestas muy encendidas. Basta recordar cuando fue sancionado y obligado a tomar talleres por violencia política de género. Y ahora resulta que el discurso es otro: respeto, investidura, solemnidad.
Entonces, que un ciudadano tenga que disculparse públicamente por gritarle a un político en un aeropuerto —mientras la Fiscalía ignora miles de casos urgentes como feminicidios, corrupción, desapariciones y demás— no solo suena desproporcionado, sabe a abuso de poder. O al menos, a que hay prioridades muy mal ordenadas en el gobierno de la 4T.
Si esto “sienta precedente”, como dice Noroña, entonces ¿cuál es el mensaje para la ciudadanía? Que más vale quedarse callado frente a los funcionarios. Que mejor no decir nada, no sea que se active el Senado, la FGR, el aparato jurídico completo… y acabes pidiendo perdón en un foro oficial, con tu agresor político al lado, sin siquiera un apretón de manos al final.
Si esa es la nueva forma de hacer justicia en México, entonces la libertad de expresión ya tiene algo de qué preocuparse. ¿O será que solo vale cuando se trata de los poderosos?
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