Cuando eres mujer, morena, vulnerable y neurodivergente en este país, la sociedad no te protege. Ni en la calle, ni en casa, ni mucho menos en internet. Solo existes cuando alguien más puede lucrar contigo: cuando te vuelves meme.
Eso le pasó a Lupita “TikTok”, una joven regiomontana que se volvió viral por su forma de hablar, comportarse, y por su enanismo. Y como tantas veces en internet, el algoritmo la impulsó por cómo se podía consumir su imagen. Como un chiste.
Aunque ya lleva tiempo siendo relevante en internet, en los últimos días su nombre volvió a ser tendencia. Pero esta vez fue porque su hija recién nacida, Karely Yamileth, fue hospitalizada de emergencia el 27 de abril. La noticia se esparció como cualquier chisme: se habló de posible negligencia, de consumo de sustancias, de fallas en los cuidados básicos. Y otra vez, la conversación pública volvió a girar alrededor de ella, sin empatía.
¿Pero de qué se trata realmente este caso?
Lupita —cuyo nombre real es Guadalupe Villalobos— nunca pidió ser famosa, ni influencer, ni viral. Su presencia en TikTok comenzó con un vídeo donde Adrian Marcelo la entrevistó y a las personas les pareció divertido que Lupita dijera que el cuerpo humano tiene siete huesos. Desde ahí ya no se le veía como una persona: se le veía como “contenido”.
Así comenzó a construirse una figura pública a la que todos consumimos sin preguntarnos si ella podía consentir esa exposición. O si entendía las dinámicas de poder que había detrás. Lupita no solo está expuesta. Está siendo revictimizada por un sistema que jamás la vio como alguien con derechos, sino como un personaje a explotar.
Además, es el reflejo de cómo el sistema falla —y abusa— de las mujeres más vulnerables. Porque no solo es mujer. Es joven, discapacitada, racializada, en situación de precariedad y probablemente neurodivergente. Todas esas etiquetas que, por separado, ya significan desventaja, juntas la colocan en una posición de hipervulnerabilidad que nadie quiso ver… hasta que se volvió rentable.
A todo eso, se le suma que está en una relación con un hombre mayor (él tiene 46 años y Lupita 22) que no solo no la protege, sino que también se ha beneficiado de su popularidad. Muchos usuarios han señalado una dinámica profundamente desigual, donde ella parece no comprender del todo la dimensión del vínculo que mantiene con él, que claro que es abuso.
No necesita que la “salven”, necesita que la dejen en paz
Lupita no necesita que internet la rescate como si fuera una causa noble. Necesita que internet la deje de destruir. Que se reconozca que detrás del personaje viral hay una persona con derechos. Necesita que dejemos de verla como una caricatura, como un meme, como “la del TikTok”.
Y sí, también es momento de hacer autocrítica. Porque si esto está pasando, es porque quienes consumimos y compartimos este contenido lo permitimos. El problema no es solo el algoritmo, ni solo quienes la rodean. El problema somos todos los que normalizamos esta violencia bajo la excusa de que “es contenido”.
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