Cada vez cuesta más ir a un festival… y no es paranoia. Entre precios dinámicos, preventas de la preventa, abonos y cargos de servicio que parecen impuestos coloniales, ir a ver a tus artistas favoritos se ha hecho más difícil. Y justo de eso habló Bruses, una de las voces más interesantes de la escena musical actual, quien explicó cómo la industria de los conciertos y festivales se nos fue de las manos.
Y no lo dijo por decir. En una entrevista reciente, Bruses dejó salir la frustración que muchos fans y artistas comparten:
“Todo se está saliendo de control monetariamente… Los conciertos, los boletos, los festivales… Y va a suceder, estoy 100% segura. Si todos los artistas nos ponemos de acuerdo y hablamos más de esos temas, que los tickets de los shows sean más baratos, que los festivales sean más accesibles… Al parecer todos estos güeyes se están haciendo millonarios, pero nosotros no. Y no hablo de nosotros artistas, hablo de nosotros humanos. La gente”.
También compartió su experiencia de que aunque ella ha tenido la oportunidad de asistir a festivales como Coachella porque la invitaron como artista, como fan, simplemente no podía costearlo.
¿De qué se alimentan las promotoras y las boleteras?
Los festivales y las boleteras en México no solo se alimentan del amor al arte. También se alimentan de la concentración brutal del poder en pocas manos. En nuestro país, los nombres de OCESA y Ticketmaster son prácticamente sinónimos de “si quieres ver a tu artista favorito, solo hay un camino… y es caro”.
OCESA, parte del gigante global Live Nation, controla la gran mayoría de los festivales y conciertos masivos en México: Vive Latino, Corona Capital, Flow Fest, Coordenada, Pal’ Norte (en alianza con Apodaca Group) y hasta los venues más importantes del país, como el Estadio GNP o el Auditorio Nacional.
Adivina qué otra empresa es parte del combo: Ticketmaster. Siendo la principal (y muchas veces única) boletera autorizada, la empresa también ha sido señalada por prácticas poco claras, como:
- Precios dinámicos, que suben con la demanda.
- Preventas exclusivas eternas, que nunca dejan boletos para el público general.
- Cargos de servicio exagerados que inflan el precio final.
- Falta de competencia, lo que les permite imponer condiciones sin opciones reales para los fans.
Este modelo de negocio genera millones… pero también frustración, exclusión y una brecha brutal entre la música y la gente. Y esto no solo afecta a los fans: muchos artistas, sobre todo emergentes o independientes, quedan atrapados en un sistema donde las condiciones no siempre son equitativas y las oportunidades para tocar en eventos grandes están mediadas por intereses comerciales.
La industria de los conciertos y festivales
Por eso cuando Bruses dice que “todos estos güeyes se están haciendo millonarios pero nosotros no”, no exagera. Habla de una industria que se ha construido como un embudo: muchos quieren entrar, pero solo unos pocos —con poder, dinero o conexiones— pueden realmente acceder.
Y aunque esta estructura parecía intocable, ya se empieza a sentir la presión por un cambio. Bruses no está sola en su crítica. Otros artistas alrededor del mundo han comenzado a levantar la voz contra el modelo que ha convertido la música en vivo en un producto de lujo.
Uno de los más vocales ha sido Yungblud, quien recientemente dijo que los precios actuales “no representan a la gente real” y se negó a tocar en festivales donde las entradas superaban los £800. O sea, más de 18 mil pesos mexicanos. Y hasta armó su propio festival: Bludfest. Con entradas a £65 y más de 20 bandas.
Pero bueno, por ahora, parece que los únicos con pase directo al paraíso musical son los que tienen la solvencia económica o los que deciden endeudarse y dar ese tarjetazo.
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