Día Mundial del Medio Ambiente: Hablemos del greenwashing

Este 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, una fecha que la ONU instauró allá por 1972 con la idea de encender focos rojos sobre el desastre ecológico que estamos viviendo. Cada año se elige un tema específico para reflexionar, mover conciencias y —si hay suerte— presionar a gobiernos y empresas a tomar acción.

Este 2025, el lema es: “Sin contaminación por plásticos”, porque sí, estamos hasta el cuello de plástico. Lo hay en playas, montañas, comida, aire… y hasta en nuestros cuerpos, en forma de microplásticos que terminamos inhalando o comiendo sin querer.

Y justo en este contexto de conciencia ecológica (o intento de ella) es cuando aparece un viejo conocido con piel de oveja verde: el greenwashing.

¿Qué es el greenwashing?

El greenwashing (o lavado verde) es el acto de engañar o incluso confundir al público sobre las prácticas sostenibles de una empresa o los beneficios ambientales de un producto o servicio. Por lo general, usan palabras como “natural”, “eco-friendly” o “biodegradable” para vender productos que, en realidad, no son tan amigables con el medio ambiente como aparentan. 

En otras palabras: es una estrategia para vender más usando la ecología como gancho, sin que haya acciones reales detrás.

¿Por qué lo hacen? Porque nos son tontas, saben que millones de personas cada vez buscan alternativas de productos que no dañen al ambiente. Pero en vez de implementar prácticas sostenibles de verdad, muchas marcas se van por el camino fácil: decir que son verdes, sin serlo. Y nos bombardean con promesas verdes: productos ecológicos, empaques reciclables, procesos sostenibles.

Tipos de greenwashing que vemos todos los días

  • Información falsa: Afirmaciones ambientales sin respaldo, como decir que un producto es “orgánico”, “biodegradable” o “sostenible” sin mostrar estudios, sellos ni certificaciones que lo respalden.
  • Falta de pruebas o imprecisiones: Usan términos vagos como “natural” o “verde” sin explicar qué significa eso en términos concretos. ¿El shampoo es natural porque tiene un poco de aloe vera? ¿O porque no lo testean en animales? Nada queda claro.
  • Irrelevancia: Destacan características que no son significativas, como anunciar tortillas de maíz “sin gluten”, cuando naturalmente no lo contienen.
  • “Lo menos peor” y las compensaciones: Resaltan un aspecto positivo para distraer de impactos negativos mayores. Como el famoso “usamos empaques reciclables”, pero su proceso de producción contamina ríos enteros.

¿Cómo no caer en la trampa del greenwashing?

  • Investiga: No te quedes con la etiqueta; busca información sobre la empresa y sus prácticas.
  • Verifica certificaciones: Asegúrate de que los productos cuenten con certificaciones reconocidas que respalden sus afirmaciones ecológicas. Sello orgánico, FSC, Cruelty Free, Fair Trade… hay muchos certificados serios que avalan prácticas sustentables.
  • Desconfía de lo vago: Términos como “natural” o “eco” sin explicación suelen ser señales de alerta.
  • Piensa en el ciclo completo: Considera todo el proceso del producto, desde la producción hasta el desecho. Un producto puede parecer eco, pero si genera toneladas de residuos o fue hecho explotando a trabajadores, no es sostenible.

Este año, el lema del Día Mundial del Medio Ambiente es “Sin contaminación por plásticos”, un recordatorio de que el cambio puede empezar desde lo cotidiano, pero sobre todo es momento de cuestionar y exigir transparencia a todas las empresas.


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