La presidenta Claudia Sheinbaum anunció con bombo y platillo un ahorro de 50 mil millones de pesos en la compra de medicamentos. La cifra fue presentada como un logro de eficiencia, transparencia y combate a la corrupción. Pero el problema de fondo persiste: el desabasto de medicinas sigue siendo una realidad para miles de personas en México.
La jefa del Ejecutivo Federal detalló que el ahorro se logró al evitar compras infladas y romper con las prácticas corruptas del pasado. Según sus cifras, de un total proyectado de 300 mil millones de pesos para compras en dos años, se logró reducir ese gasto en 50 mil millones. El discurso suena bien… hasta que uno recuerda que aún hay hospitales sin insumos, pacientes sin tratamientos y madres exigiendo medicamentos oncológicos para sus hijos.

¿Austeridad o negligencia disfrazada?
El gobierno argumenta que parte del retraso en la distribución de medicinas se debe a su lucha contra los conflictos de interés y las farmacéuticas “amafiadas”. Pero esa explicación pierde fuerza cuando la consecuencia directa es que la gente no tiene acceso a medicamentos básicos. En salud pública, ahorrar no siempre significa avanzar.
México invierte menos en salud que la mayoría de países
México destina apenas el 6% del PIB a salud, muy por debajo de lo recomendado internacionalmente (entre el 9% y el 10%). Y más de la mitad de ese gasto ni siquiera lo cubre el Estado: lo pagan las familias directamente de su bolsillo. En ese contexto, cada peso importa, pero no a costa de sacrificar cobertura o calidad.
La salud no se trata solo de números
Una política sanitaria no puede medirse únicamente en “ahorros”. La salud pública exige una visión centrada en las personas, no en las finanzas. Las decisiones deben tomarse con evidencia, diálogo y una pregunta clara: ¿mejoró la vida de la gente o solo las cifras para su siguiente mañanera?
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