Hablemos del racismo y xenofobia hacia Yuki Tsunoda de la F1

El Gran Premio de Austria dejó más que solo banderas amarillas y sanciones en pista. Tras un accidente entre Yuki Tsunoda y Franco Colapinto, el debate que suele quedarse en lo deportivo escaló a niveles preocupantes en redes sociales. 

Y no por las estrategias de carrera ni por los tiempos de vuelta, sino por una ola de comentarios cargados de racismo y odio hacia el piloto japonés, que evidencian cómo el racismo y el fanatismo tóxico siguen siendo muy normalizados.

Yuki Tsunoda restringió los comentarios en sus redes sociales tras el choque con Colapinto

Durante la carrera, Tsunoda protagonizó un accidente con Colapinto que afectó el rendimiento del auto del piloto argentino. El japonés fue sancionado por la maniobra con 10 segundos y puntos de penalización en su superlicencia. Se disculpó públicamente, Colapinto aceptó la disculpa, y desde lo deportivo el asunto quedó resuelto. Pero en las redes sociales el asunto fue diferente.

Lo que vino después fue una oleada de insultos racistas y xenófobos dirigidos directamente a Yuki Tsunoda, no por su maniobra en pista, sino por su nacionalidad, su apariencia y su origen étnico. En los comentarios de su cuenta oficial de Instagram podían leerse frases como: “chino LCDTM” y “abri los ojos pigmeo”.

Ante esta situación, el piloto optó por desactivar los comentarios en sus redes, una medida cada vez más común entre figuras públicas que buscan proteger su salud mental en medio de la toxicidad de las redes.

Esto no es solo odio visceral. Es racismo puro, disfrazado de enojo deportivo. Es reducir a una persona a una caricatura ofensiva basada en prejuicios coloniales, es invisibilizar su identidad (decirle a un japonés “chino” es una forma de borrar culturas y homogenizar a toda una región), y es atacar con violencia simbólica a alguien.

Racismo disfrazado de pasión deportiva

Hay una narrativa muy peligrosa que suele justificar este tipo de ataques con frases como “son fans apasionados” o “así es el deporte”. Pero la pasión no justifica el racismo. Y la frustración no convierte a un insulto xenófobo en una crítica válida.

Es un acto de violencia. Es reírse de una característica física asociada a una etnia, es evocar siglos de burlas, de jerarquización racial, de deshumanización. Es replicar la lógica del colonialismo, donde lo occidental se impone como norma, y lo “otro” se caricaturiza, se exotiza, o directamente se desprecia.

El incidente con Colapinto fue un asunto de carrera. El racismo que recibió después fue otra cosa. Fue un recordatorio de que aún queda mucho por hacer para erradicar el odio disfrazado de “opinión de fan”.


Porque si no podemos ver la diferencia entre un error deportivo y una agresión racial, el problema no está en la pista. Está en nosotros. Y sí, lo que vivió Yuki Tsunoda fue racismo, acompañado de xenofobia, y es importante nombrarlo con claridad, para no minimizar el daño ni normalizar estas formas de violencia.


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