El episodio 7 de Chespirito: Sin Querer Queriendo, la serie biográfica de Roberto Gómez Bolaños, nos llevó directo a uno de los capítulos más recordados de la televisión mexicana: cuando toda la vecindad viaja a Acapulco. Pero lo que no sabíamos es que, fuera de cámaras, esa fue también la escena donde se rompieron amistades, relaciones de pareja y hasta la historia del programa.
El Chavo del 8: Esta es la historia detrás de los capítulos en Acapulco
El capítulo titulado “Con melón o con sandía” dejó claro lo que muchos sospechaban (y otros se negaban a creer): el inicio del romance entre Roberto Gómez Bolaños y Florinda Meza (aquí representada como “Margarita Ruiz” por razones legales) no fue tan inocente como parecía.
Según la serie, todo comenzó en su gira por Sudamérica, pero fue durante la grabación en Acapulco cuando todo terminó saliendo a la luz. Aunque ambos estaban comprometidos (él con Graciela Fernández y ella con Enrique Segoviano, director del programa), el amor entre Chespirito y Doña Florinda cruzó la línea.
Mientras en la ficción veíamos a los personajes jugar en la alberca y vivir una “aventura inolvidable”, en la vida real los ánimos estaban tensos. Tony (La Chilindrina) se dio cuenta de la cercanía incómoda entre Bolaños y Meza, y lo compartió con Ramón Valdés, Rubén Aguirre y Édgar Vivar, quienes tampoco estaban contentos con la influencia de Florinda en las decisiones del creador del programa.
Y como si fuera poco, Enrique Segoviano quiso abandonar la producción, Graciela descubrió la infidelidad, y Chespirito tuvo que decidir entre su familia o su nueva relación. Y bueno, ya todos sabemos cuál fue su decisión.
El principio del fin
Aunque el episodio de Acapulco es uno de los más entrañables de toda la serie, también marcó el punto de quiebre para El Chavo del 8. Después de ese viaje Carlos Villagrán (Quico) dijo adiós para crear su propio show, Enrique Segoviano se fue y Ramón Valdés (Don Ramón) también renunció un año después, cansado de cómo se manejaban las cosas.
Con estas salidas, la magia que alguna vez tuvo la vecindad comenzó a apagarse. Sin Quico, sin Don Ramón y sin el equipo técnico de siempre, el programa nunca volvió a ser el mismo.
Ahora entendemos por qué este episodio se está llamando “el verdadero final de El Chavo del 8”. Porque, aunque en la tele todos volvieron de Acapulco con sonrisas, en la vida real fue ahí donde todo comenzó a desmoronarse.
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