Más que una playera: el caso de Super Chapo Bros y la estética del narco en la vida pública

Cuando la regidora María del Carmen Aguilar Mendoza, de La Paz, Baja California Sur, asistió a actos públicos usando una camiseta con la caricatura de Joaquín “El Chapo” Guzmán al estilo de Mario Bros, la polémica no tardó en encenderse. 

Pero más allá del escándalo o la indignación, este hecho revela algo mucho más profundo: cómo la narcocultura se ha filtrado disfrazada de humor, nostalgia y consumo pop.

¿Una playera o una forma de apología?

La camiseta —con la leyenda “Super Chapo Bros” y una imagen del capo vestido con gorra roja, bigote y chaqueta beige, como en su detención de 1993— no es una ocurrencia aislada. En plataformas como Mercado Libre, este tipo de artículos se venden como si fueran merchandising cualquiera: camisetas de 255 a 300 pesos, gorras hasta por 1,000. 

Y aunque podrían parecer una simple mezcla entre cultura pop y transgresión estética, en el fondo encarnan una narrativa peligrosa.

Lo que muchos consideran humor negro o “satira”, otros lo leen como una forma de apología del delito, especialmente en contextos como Baja California Sur, donde las disputas entre grupos del crimen organizado han dejado huellas de violencia. 

Que una funcionaria pública porte este tipo de símbolos durante eventos oficiales —como campañas de reforestación o actividades en la Sala de Cabildo— no solo banaliza la figura de un narcotraficante, también la legitima simbólicamente desde una posición de poder.

¿Por qué Mario Bros?

La elección del personaje no es accidental. Joaquín Guzmán Loera se convirtió en leyenda criminal, entre otras cosas, por sus habilidades para “desaparecer” bajo tierra, utilizando túneles como rutas de escape y tráfico. Desde los noventa, el Cártel de Sinaloa ha sido pionero en la construcción de redes subterráneas en ciudades como Tijuana y Nogales, lo cual les permitió operar sin ser detectados por las autoridades fronterizas.

La fuga del Altiplano en 2015 consolidó este mito: un túnel de 1.5 km, con ventilación, luz y hasta una moto sobre rieles. ¿Cómo no asociarlo con el universo subterráneo de Mario Bros, donde un salto a una tubería te lleva a otro mundo? En términos narrativos, es casi perfecto. En términos sociales, es profundamente inquietante.

Narco y cultura pop

La normalización de estas figuras no es nueva. Ya no solo se glorifican a través de narcocorridos o corridos tumbados, sino también con recursos visuales que apelan a la nostalgia infantil. La apropiación de personajes como Mario Bros por parte de grupos delictivos forma parte de una estrategia simbólica que busca seducir, no imponer.

En Culiacán, por ejemplo, el grupo armado conocido como Los Rugrats, ligado a Ismael Zambada, utiliza imágenes de caricaturas noventeras en sus mensajes y propaganda digital. Así, se construye un universo en el que los límites entre lo ficticio y lo criminal se diluyen, sobre todo para los más jóvenes.

Videojuegos como Free Fire, GTA V o incluso Roblox se han convertido en canales para transmitir esta estética. No es coincidencia que estas plataformas sean también usadas para el reclutamiento de menores por parte del crimen organizado. Los códigos visuales ya no necesitan explicar nada: están diseñados para conectar emocionalmente.

Lo que está en juego no es solo el mal gusto o la imprudencia de una funcionaria. Es la manera en que como sociedad estamos permitiendo que símbolos del crimen se resignifiquen como parte del imaginario colectivo, sin mayor reflexión ni responsabilidad.


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