En la sesión de la Comisión Permanente de este miércoles, el silencio de Morena ante el caso del exsecretario de Seguridad de Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, fue tan ruidoso que ni los “momento, momento, momento” de Fernández Noroña pudieron ocultarlo.
La escena fue casi cómica, si no fuera tan grave: diputados y senadores intentando cuestionar lo obvio —¿por qué Morena sigue sin exigir rendición de cuentas a Adán Augusto?—, mientras Noroña jugaba al árbitro del silencio.
La sesión se supone era sobre la cárcel de Alcatraz Caimán y la persecución de migrantes en Estados Unidos, pero bastaron unas cuantas referencias a Tabasco —y al hoy bien calladito Adán Augusto López— para que Noroña empezara a callar a todo mundo.
La vieja política de siempre
¿No que venían a acabar con la vieja política? Porque lo que vimos fue exactamente lo contrario: una defensa a capa y espada, no de un proyecto de país, sino de un político (Adán Augusto), mientras se silenciaba cualquier crítica que incomodara al partido en el poder. ¿El método? Cortar el micrófono, negar la discusión, y centrarse en “el verdadero tema”, aunque eso implicara esquivar uno mucho más urgente: el posible encubrimiento de redes criminales desde el poder público.
El analista Juan Ortiz llevó un conteo de las veces que Noroña interrumpió para proteger el nombre de Adán Augusto. Y fueron varias. Y no fueron solo interrupciones “técnicas”, fueron bloqueos políticos que impidieron hablar del elefante blanco en la sala.
Noroña censura comentarios contra Adán Augusto
Diputados del PAN, del PRI, de Movimiento Ciudadano… todos intentaron abrir el debate. Algunos con indirectas creativas, como comparar a Tabasco con un pantano lleno de caimanes (cof, cof), otros más frontales: acusando directamente a Morena de solapar la corrupción. Pero la respuesta fue la misma: “Apegarse al tema, por favor”.
Mientras tanto, Adán Augusto solo se frotaba las manos. Tal vez era ansiedad, tal vez confianza, pero lo cierto es que no dijo ni pío.
Morena prometió ser distinto. Prometió acabar con el pacto de silencio y con las redes de complicidad. Pero Noroña bloqueando la crítica pinta un escenario bastante familiar. Uno en el que las reglas del debate solo se aplican cuando el cuestionado es del bando contrario, y donde la lealtad partidista está por encima del derecho a exigir rendición de cuentas.
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