¿Por qué México se sigue moviendo en autobús? Un vistazo al transporte que más usamos

Desde traslados diarios al trabajo, hasta viajes largos entre estados para disfrutar unas vacaciones, el autobús sigue siendo uno de los medios de transporte más utilizados en México. Su presencia no es casual: se debe a una combinación de accesibilidad, cobertura territorial y una infraestructura que ha acompañado al país por décadas. 

Aunque para muchos representa una solución práctica y económica, también enfrenta desafíos importantes relacionados con la seguridad, la calidad del servicio y la falta de modernización. Un sistema lleno de contrastes que, pese a todo, continúa moviendo a millones cada día.

El autobús como el transporte de los que no vuelan

Según datos de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT), más del 90% de los viajes interurbanos en México se realizan por carretera, y dentro de ese porcentaje, los autobuses concentran la mayoría. 

A pesar del crecimiento de aerolíneas de bajo costo, para millones de personas tomar un autobús sigue siendo más accesible, sobre todo si hablamos de trayectos entre pueblos o ciudades donde el avión simplemente no llega. 

Además, nuestro país cuenta con una de las redes de autobuses más amplias de América Latina. Desde líneas de lujo hasta opciones más económicas, hay niveles de servicio para casi todos los bolsillos. Otro punto a favor es la frecuencia y flexibilidad de horarios: en rutas populares puedes encontrar salidas cada 30 minutos o incluso menos. Igualmente, los precios suelen ser más accesibles y no suben tanto como los aéreos en temporada alta.

Para muchas personas, también es una cuestión de practicidad. No hay que llegar con horas de anticipación, no hay que documentar maletas ni lidiar con tantos filtros de seguridad. Más de 3,400 millones de boletos de autobús se venden cada año, frente a los 130 millones de viajeros en avión que se registran.

Seguridad, infraestructura y falta de regulación

Sin embargo, no todo es positivo. El transporte en autobús también refleja desigualdades estructurales. En muchos casos, la elección de este medio no es voluntaria, sino forzada por la falta de opciones seguras y económicas en otras modalidades.

Uno de los principales problemas es la inseguridad en carreteras. Robos a pasajeros, asaltos a mano armada y bloqueos son riesgos frecuentes en ciertas zonas del país.

Además, aunque existen terminales modernas, muchas estaciones están en condiciones precarias, sin accesibilidad adecuada, con poca vigilancia o sin servicios básicos. Y no todas las rutas están cubiertas por líneas formales: el transporte informal prolifera en varios estados, donde a veces se depende de camionetas sin regulación, sin seguro y sin garantía alguna.


El uso masivo del autobús en México también revela la falta de una política integral de movilidad a nivel nacional. El transporte público urbano sigue colapsado en muchas ciudades, y el coche sigue siendo símbolo de estatus y necesidad. En ese panorama, el autobús es lo que hay: una solución funcional, pero no perfecta, que sigue sosteniendo la movilidad del país casi por inercia.


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