En México, la infancia de miles de niños y niñas se transforma en un campo de batalla antes siquiera de poder jugar en paz o incluso antes de terminar la primaria. Un reciente reportaje de Reuters retrata con crudeza cómo los cárteles mexicanos están reclutando a menores de edad como sicarios, halcones, extorsionadores y traficantes, explotando sus carencias, su necesidad de pertenecer… y la impunidad que les rodea.
Reuters nos narra un poco de la historia de Sol, quien recuerda que su primer asesinato lo cometió a los 12 años. No fue una misión solitaria, sino una operación junto a otros reclutas jóvenes que comenzó como un secuestro, derivó en tortura y terminó en homicidio. Todo esto lo hizo por “lealtad” al cártel que la había acogido como vigía y que, poco después, la promovió.

“Obedecí al jefe ciegamente. Pensé que me querían”, dice ahora Sol, con 20 años, desde un centro de rehabilitación donde intenta reconstruirse tras años de adicción a la metanfetamina y violencia.
Pero Sol no es un caso aislado. Al contrario, forma parte de una tendencia cada vez más común: los cárteles están reclutando a menores con estrategias tan sofisticadas como brutales. Desde redes sociales hasta videojuegos como Free Fire, las organizaciones delictivas pescan a los más vulnerables con promesas de respeto, dinero y “familia”.
Pollitos de colores: Niños y niñas reclutados por el crimen organizado en México
En la jerga criminal se les conoce como pollitos de colores. Así como los pollitos teñidos artificialmente —baratos, llamativos, efímeros—, estos niños y adolescentes son vistos como herramientas desechables. No importan sus vidas, importan sus funciones. Por eso, los entrenan rápido y los ponen a matar igual de rápido.

De acuerdo con Reuters, hablaron con 16 menores (o ex menores) que trabajaron como sicarios, y 4 altos mandos del narco que admitieron sin pena la creciente estrategia de “formar” asesinos desde temprana edad. A los ocho años ya saben disparar. A los 14 ya matan.
Una de las razones por las que los cárteles reclutan cada vez más a menores es porque el sistema legal mexicano ofrece un terreno fértil para la impunidad: las penas para niños y adolescentes son considerablemente menores, y en muchos casos ni siquiera existen sanciones claras para quienes los incorporan al crimen organizado.
Esta “ventaja” legal convierte a los menores en herramientas desechables para el narco, quienes los ven como una inversión fácil: son más manipulables, aprenden rápido y, por su edad, es más sencillo que ejecuten órdenes sin cuestionarlas. Así, el crimen organizado no solo encuentra mano de obra barata y leal, sino también escudos humanos contra el sistema judicial.
Reclutados por familia, por TikTok o por necesidad
Las historias comparten un patrón: pobreza, hogares destruidos por drogas o violencia, carencias afectivas, acceso fácil a armas y a sustancias. Según la organización Reinserta, el 70% de los adolescentes reclutados crecieron expuestos a violencia extrema.

Y aunque el gobierno se jacta de implementar programas sociales para atacar las raíces del problema, los expertos coinciden: no hay políticas específicas para rescatar a estos menores ni leyes claras que castiguen el reclutamiento infantil.
En 2021, tres niños de entre 11 y 14 años fueron interceptados en Oaxaca mientras eran reclutados por un cártel a través del videojuego “Free Fire”. Desde entonces, la Guardia Nacional lanzó recomendaciones para el uso responsable de videojuegos, pero eso no detiene a quienes siguen encontrando en TikTok o Facebook a sus próximas víctimas.
Vidas al límite
30,000 niños y adolescentes forman parte de grupos criminales en México, según estimaciones del Departamento de Trabajo de Estados Unidos. Pero activistas creen que los menores en riesgo podrían ser hasta 200,000.
Y mientras tanto, la realidad y la vida misma se les va de las manos. Sin leyes claras, sin programas efectivos, sin alternativas reales. Sol, que solo es un testimonio entre los miles que existen, lo dice mejor que nadie: “Nunca pensé que llegaría a los 20. Siempre pensé que iba a morir antes”.

Se dice que cada niña y niño tiene derecho a una vida digna, pero en México esa promesa aún suena lejana para miles de infancias. Para muchos, crecer con seguridad, amor y oportunidades no es un derecho garantizado, sino un privilegio inalcanzable. La realidad golpea temprano: el abandono, la violencia y la pobreza los empujan a sobrevivir en un país donde ser niño muchas veces es una condena, no una etapa protegida.
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