El reality show de La Granja VIP ha llegado a su fin y, con ello, la coronación de Alfredo Adame como el ganador indiscutible de la primera temporada, junto con el segundo lugar de Eleazar Gómez. Y lo importante, o lo realmente sorprendente, no es quién ganó, sino cómo ganó y qué representa que triunfen este tipo de personas, ya que ambos han sido figuras muy controversiales por su historial violento, misógino, homofóbico y machista.
La TV mexicana, y sobre todo los reality shows, nos han enseñado que lo que más vende es el morbo, pero ¿qué sucede cuando este tipo de “contenido” deja de ser gracioso o entretenido para convertirse en un red flag sobre lo que estamos consumiendo y lo que aún seguimos normalizando como sociedad?

Alfredo Adame se convierte en el ganador de la primera temporada de La Granja VIP
Tras 10 semanas de encierro, la primera temporada de La Granja VIP llegó a su fin este domingo 21 de diciembre, con una serie de retos físicos, convivencia extrema y cuidado constante de los animales de la granja. Al final de las últimas votaciones, el público decidió que Alfredo Adame se convirtiera en el gran ganador de los 2 millones de pesos, los cuales ahora tendrá que declarar ante el SAT antes de siquiera pensar en qué debe gastarlos.

Pero el tema de su triunfo esta vez va más allá del premio o de lo que vaya a hacer con él, empezando por cómo fue el paso de Adame en este reality: ¿realmente se lo merecía? Pues, merecido o no, la verdad es que el actor sí ha sido uno de los principales pioneros en este tipo de programas, casi siempre bajo el papel de “villano”, debido a su actitud y comportamiento explosivo, machista y homofóbico, lo cual lo ha llevado a cobrar relevancia en otros programas como La Casa de los Famosos de Telemundo, donde su paso ha sido igual o aún más controversial por sus declaraciones.
Eleazar Gómez como el segundo lugar de la primera temporada del proyecto de TV Azteca
Aunque muchos usuarios estuvieron al pie del cañón para tratar de sacar a Eleazar en cada eliminación de la competencia, la estrategia y el “contenido” de Eleazar parecieron cobrar mayor peso, lo que le permitió llegar hasta el final de la competencia, aun con todas las declaraciones, insultos y amenazas que cometió en contra de Teo y otros participantes de la temporada. Su paso por la granja estuvo lleno de controversias que no hicieron más que confirmar muchas de las acusaciones y denuncias de violencia que ha tenido en su contra a lo largo de su carrera.

Antes de entrar al programa, Eleazar ya estaba envuelto en la polémica por una serie de acusaciones de violencia contra su expareja; sin embargo, esto no fue impedimento para que el actor e influencer entrara a la granja en donde quedó cómo segundo lugar y a unos cuantos votos de haberle arrebatado el premio a Alfredo Adame.
Reality shows: ¿plataformas de redención o lavado de imagen?
Tanto el triunfo de Alfredo Adame como el de Eleazar Gómez en el proyecto de La Granja VIP estuvo lleno de críticas en redes sociales, donde miles de usuarios levantaron la voz y acusaron públicamente al programa de TV Azteca por su irresponsabilidad al victimizar a figuras misóginas, machistas y violentas, tanto en la televisión como en los medios digitales de la actualidad.

Los usuarios denunciaron que no podían creer cómo se le había permitido a Eleazar llegar hasta ese nivel de la competencia, intentando lavar la imagen de un agresor que fue encontrado culpable por violencia física y psicológica hacia una de sus exparejas, mientras que la producción de TV Azteca no hizo más que darle foco semana tras semana para que pudiera victimizarse a nivel nacional, tratando de ocultar o distorsionar los señalamientos en su contra dentro y fuera del reality.

Estas declaraciones se vuelven aún más relevantes debido a que, en la actualidad, los reality shows se han convertido en herramientas narrativas poderosas dentro de la cultura del entretenimiento y el ecosistema digital, donde ya no solo se muestran competencias o convivencias extremas, sino que se construyen relatos que moldean percepciones y redefinen reputaciones públicas.
El papel de las televisoras y productoras en la normalización de la violencia y el consumo de los usuarios
En las últimas décadas, la violencia ha dejado de ser exclusivamente un asunto de interés público para convertirse en consumo mediático de alto impacto. Esta transformación ha sido evidente en producciones de entretenimiento en vivo como los reality shows, donde ya no importa tanto la trayectoria del artista, sino qué tan controversial pueda ser, convirtiendo las amenazas, peleas y discursos de odio en insumos narrativos que elevan el rating.

Para muchas producciones de este tipo, las historias cargadas de violencia, insultos, peleas y discriminación se han convertido en una fuente de contenido rentable, dejando de lado la profundidad del tema y la responsabilidad que tienen los medios de comunicación en las consecuencias sociales de estos mensajes.
Los violentadores siguen ganando espacio en la TV: ¿culpa de las televisoras o de la audiencia?
La responsabilidad de que este tipo de figuras sigan ganando fuerza no recae únicamente en un solo sector, ya que tanto las televisoras como la audiencia han construido estas narrativas a partir de los gustos y exigencias del público. Si bien es cierto que las cadenas de televisión deberían priorizar la ética sobre el rating, también es una realidad que estas producciones son reflejo de lo que consumimos, porque, al final del día, el morbo y la controversia suelen vender más que lo socialmente correcto.

Los sistemas de medición como el cross media, implementados en 2025, permiten conocer en tiempo real los contenidos que generan picos de audiencia, los cuales suelen estar protagonizados por figuras polémicas con antecedentes de abuso o violencia. Esto permite a las televisoras jugar con los arquetipos del “bueno” y el “malo” como ejes centrales de la narrativa, evidenciando que no todo es culpa de las producciones, sino también de lo que, como sociedad, estamos acostumbrados a consumir.

En conclusión, podríamos decir que este tipo de programas solo reflejan lo que hay dentro de nuestra sociedad: son una pequeña muestra de lo que se vive allá afuera. Lo que consumimos sí moldea la visión de nuestra realidad, pero también se alimenta de un algoritmo al que históricamente estamos acostumbrados a consumir.


Deja un comentario