Cada 20 de noviembre, México recuerda el inicio de la Revolución Mexicana, ese movimiento que sacudió al país hace más de un siglo. Pero más allá de las fiestas, los días feriados y los desfiles, vale la pena preguntarnos: ¿qué hemos avanzado y qué hemos aprendido de aquel levantamiento? ¿Estamos viviendo nuestras propias revoluciones en este siglo?
¿Qué buscaba la Revolución Mexicana?
La Revolución Mexicana nació del hartazgo. Era un México donde unos pocos lo tenían todo y la mayoría apenas sobrevivía. Campesinos sin tierras, obreros explotados y un gobierno que no veía más allá de sus propios intereses. El pueblo peleó por justicia, por democracia, por tierra y, sobre todo, por dignidad. Fue una sacudida gigante que logró cosas increíbles como la Constitución de 1917, que nos dio derechos laborales, acceso a la educación y el inicio del reparto agrario.
Pero, ¿qué pasó después? Aunque estos logros son la base de muchos derechos que hoy damos por sentado, no todo salió perfecto. La desigualdad sigue más que vigente en nuestros días, bien instalada, y la corrupción (su compañera por excelencia) es como ese chicle que no te puedes quitar del zapato.
Eso sí, no podemos negar que en algo hemos avanzado (aunque sea poco). Tenemos más derechos sociales y políticos que antes. Las mujeres pueden votar, hay instituciones como el IMSS y la educación llegó a lugares donde antes ni soñaban con una escuela. Además, hoy tenemos algo que los revolucionarios de 1910 jamás imaginaron: la tecnología.
¿Qué revoluciones vivimos hoy en día?
En México, las revoluciones no siempre son encabezadas por ejércitos ni se libran en los campos de batalla. A veces, ocurren en las calles con banderas multicolor, en los juzgados con demandas de igualdad, o incluso en redes sociales con campañas que buscan visibilizar lo que antes se mantenía oculto.
La revolución por los derechos de la comunidad LGBTQ+ es una de esas luchas que sigue transformando al país. Aunque la lucha por la igualdad comenzó hace décadas, aún vivimos momentos clave que nos recuerdan cuán lejos hemos llegado y cuánto falta por hacer.
Desde la despenalización de la homosexualidad, hasta la legalización del matrimonio igualitario en la Ciudad de México, y su extensión a otros estados, cada avance ha sido el resultado de años de lucha, visibilidad y, sobre todo, amor. Este movimiento ha crecido con una fuerza inquebrantable, impulsado por aquellos que, por generaciones, fueron marginados, callados, ignorados.
Así mismo, la revolución feminista ha tomado fuerza en los últimos años. Las mujeres, hartas de la violencia y la desigualdad, exigen un cambio real. Sus marchas y consignas han logrado avances en temas de derechos y justicia.
Desde hashtags que se vuelven virales como #JusticiaPara, hasta marchas que reúne a una increíble cantidad de mujeres exigiendo despenalizar el aborto, cada vez son más las voces que se suman para demandar soluciones y generar cambios.
La revolución ambiental también está en marcha. Mientras el planeta se calienta más rápido que un café en microondas, comunidades indígenas y colectivos defienden los pocos recursos naturales que nos quedan.
La lucha sigue viva
Actualmente, tenemos una ventaja que no muchas veces notamos: vivimos una revolución cultural liderada por jóvenes que cuestionan todo, la educación, el sistema político, la economía. Ellas y ellos no aceptan las cosas como son, porque saben que pueden ser mejores. Porque todos estos años hemos aprendido que las revoluciones no siempre necesitan armas. Las voces colectivas, las marchas pacíficas y las plataformas digitales son nuestras nuevas trincheras.
La lucha por un México más justo no terminó en 1910 ni con los cambios que vinieron después. Hoy, seguimos peleando nuestras propias batallas. Y aunque hemos avanzado, no debemos conformarnos.
Deja un comentario