Felipe Calderón volvió a aparecer en X para hablar de seguridad, como si su sexenio no hubiera dejado al país en llamas. Esta vez, el expresidente panista “reconoció” la extradición de 29 capos a Estados Unidos, pero no sin soltar una advertencia:
“Sólo falta que, como acostumbra la justicia americana, les reduzca las sentencias y les dé trato privilegiado, convirtiéndolos de victimarios en héroes. Ojalá no ocurra como ha pasado recientemente”.
En resumen: según él, la justicia gringa podría darles trato especial a los narcos que México acaba de entregar. Pero la ironía es evidente, el hombre que desató una guerra sin estrategia, que disparó la violencia en el país y que terminó con un cártel más fragmentado y brutalizado, ahora se preocupa por cómo otros manejan el problema.
¿Trump metió presión?
Según Calderón, la extradición no fue una iniciativa del gobierno de Claudia Sheinbaum, sino resultado de la presión de Donald Trump. Entre los enviados a Estados Unidos están Rafael Caro Quintero (fundador del Cártel de Guadalajara y responsable del asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena), los hermanos Miguel Ángel y Óscar Omar Treviño Morales (“Z-40” y “Z-42”), y Vicente Carrillo Fuentes (“El Viceroy”).
Seis de estos 29 criminales podrían enfrentar la pena de muerte, incluido Caro Quintero. Y aunque Calderón teme que en Estados Unidos les den un trato especial, lo que muchos se preguntan es: ¿qué tanto hizo él para garantizar justicia en su propio país?
La (fallida) guerra contra el narco: el desastre que aún pagamos
Cuando Calderón asumió la presidencia en 2006, decidió que la mejor forma de combatir el crimen organizado era militarizar el país. Sacó al Ejército a las calles y desató la llamada “guerra contra el narcotráfico”, vendiéndola como una lucha por la seguridad.
El resultado fue justo lo contrario: la violencia se disparó, los cárteles no desaparecieron sino que se dividieron y multiplicaron sus disputas internas; el número de muertos aumentó con miles de víctimas colaterales, desapariciones forzadas y una crisis humanitaria que persiste; y, lejos de una estrategia efectiva, la guerra contra el narco se convirtió en un despliegue militar sin rumbo ni inteligencia real.
Para Sheinbaum, la decisión de Calderón fue un “permiso para matar” y una de las políticas más autoritarias en la historia moderna del país. Y viendo las cifras de homicidios desde entonces, no es difícil entender por qué.
¿Tiene cara para hablar de seguridad?
Calderón puede criticar todo lo que quiera desde su cuenta en X, pero la realidad es que su sexenio dejó un legado de muerte y violencia del que México aún no se recupera. ¿Ahora quiere dar lecciones de justicia?
Muchos en redes no tardaron en recordarle su propia historia: su secretario de Seguridad, Genaro García Luna, está preso en Estados Unidos por colaborar con el narco; su guerra no resolvió el problema, sino que lo empeoró; y su administración dejó cifras récord de homicidios que abrieron la puerta a la crisis actual.
Así que antes de preocuparse por lo que podría hacer Estados Unidos con los narcos extraditados, tal vez Calderón debería responder por lo que dejó en México.
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