¿Todo fue un reto?: Funan a Chingu Amiga por monetizar con una familia mexicana deportada

Chingu Amiga lo volvió a hacer. La influencer surcoreana, famosa por su contenido sobre México, está en el centro de una polémica tras la publicación de su último video, “LA DEPORTARON DE EEUU Y LA DEJARON SIN NADA EN MEXICO… FUI A AYUDARLA!”. Lo que parecía un acto de solidaridad terminó convirtiéndose en todo un debate sobre si en realidad estaba lucrando con la tragedia ajena y explotando la miseria para generar contenido.

El polémico vídeo de Chingu Amiga

En su video, Chingu Amiga y el creador de contenido Huarache Oaxaqueño visitan a Erika, una mujer mexicana deportada de Estados Unidos junto con sus hijos. Según el relato, las autoridades irrumpieron en su hogar y la expulsaron del país sin dejarle recoger ni una sola de sus pertenencias.

La familia quedó en México en una situación de extrema vulnerabilidad. Ahí es donde entran los influencers, quienes documentaron la historia y le entregaron donaciones: un sofá cama, una mesa plegable, cobijas, comida y juguetes para sus hijos.

Hasta aquí, la historia sonaría como un caso más de creadores de contenido usando su plataforma para “hacer el bien”. Sin embargo, la reacción en redes no fue precisamente buena, para miles de usuarios, Chingu Amiga solo estaba lucrando con el dolor ajeno

En seguida, la influencer trató de excusarse, diciendo que el vídeo formaba parte de un “reto” tras alcanzar los 15 millones de suscriptores y que era algo que su público le pidió, pero eso solo hizo que la polémica escalara.

“Madre mía no sabía que había tanta crítica por subir videos de ayuda. Lo subí porque era un reto de 15M ( aunque no he llegado todavía) Pero igual sentí que si sería padre subir esas historias para que sepamos que podemos ayudar poquito poquito para vivir todos mejor….!!!Iba a seguir tbm pero ya no seeeé”.

¿Ayuda o explotación? El problema del “poverty porn”

Este caso ha reabierto la discusión sobre el fenómeno conocido como poverty porn (o porno de pobreza), un término utilizado para describir el uso de imágenes y relatos de personas en situación vulnerable con fines sensacionalistas.

Piensa en esas campañas de ONG que muestran imágenes de niños desnutridos con música triste de fondo. O en documentales que exponen el sufrimiento de comunidades marginadas sin abordar las causas estructurales de sus problemas. Ahora, con la era digital, este fenómeno se ha trasladado a los influencers, quienes documentan sus “buenas acciones” mientras monetizan sus vídeos que acumulan miles de visitas.

La diferencia entre una ayuda legítima y el poverty porn está en la intención y el enfoque:

  • ¿A quién beneficia más la historia? Si el protagonismo recae más en quien ayuda que en quienes reciben el apoyo, estamos ante un caso de poverty porn.
  • ¿Se ofrece una solución a largo plazo? Si la ayuda es momentánea y no hay un seguimiento real de la situación, es solo un golpe emocional para la audiencia.
  • ¿Las personas en situación vulnerable dieron su consentimiento? No basta con que te permitan grabar su historia, hay que asegurarse de que comprenden el impacto de ser expuestos a millones de personas. 

Y es aquí donde entra el problema con Chingu Amiga. ¿Habría ayudado si no estuviera buscando llegar a los 15M de suscriptores? ¿Le importaba realmente la historia de Erika o solo quería contenido para su canal? Chingu Amiga tampoco trató de proteger la privacidad de los hijos de Erika, al ser menores lo mejor hubiera sido que censurara sus caras, pero no fue así. 

El internet y la mercantilización de la compasión

Las redes sociales han convertido la solidaridad en un producto de consumo. Mientras más emotiva y desgarradora sea una historia, más posibilidades tiene de volverse viral. Pero, ¿qué pasa después?

Pensemos en MrBeast, el youtuber filántropo más famoso del mundo. Ha donado casas, regalado autos y demás, pero también ha sido criticado porque, aunque ayuda a muchas personas, su modelo de negocio está basado en la miseria ajena

Su canal de filantropía genera millones de dólares, y sus videos tienen un enfoque de espectáculo que refuerza la idea de que el individuo “bueno” es quien soluciona problemas, no las políticas públicas o el cambio estructural.

Con Chingu Amiga, la lógica es similar. No está mal ayudar, pero cuando la ayuda se convierte en una herramienta para ganar seguidores, la línea entre solidaridad y explotación se vuelve borrosa.

¿Cómo ayudar sin caer en la explotación?

El debate sobre el poverty porn no significa que las personas con plataformas no puedan ayudar. Pero sí implica que hay maneras más éticas de hacerlo:

  • Privacidad y consentimiento → No todas las personas quieren ser grabadas en sus momentos más vulnerables. Es fundamental respetar su dignidad.
  • Menos protagonismo, más soluciones → Enfocarse en la historia y las necesidades de quienes reciben ayuda, no en el “buen samaritano” que la entrega.
  • Transparencia con la monetización → Si se generan ingresos con estos videos, destinar una parte significativa a la causa es lo mínimo.
  • Impulsar cambios reales → Más allá de donar un mueble o comida, conectar a las personas con recursos a largo plazo.

La influencer ya ha sido señalada en el pasado por temas como la gentrificación y posibles evasiones fiscales, pero esta vez el tema es más sensible: la migración, la precariedad y la exposición de personas en situaciones vulnerables. Mientras algunos usuarios la defienden argumentando que “al menos ella sí ayuda”, otros dicen que no es suficiente con dar apoyo si detrás hay un interés económico.

Chingu Amiga tuvo la oportunidad de ayudar, pero también de demostrar que entendía la responsabilidad que conlleva visibilizar la pobreza. En cambio, lo convirtió en un reto de suscriptores.

El poverty porn seguirá existiendo mientras la miseria sea rentable. Pero, ¿Chingu Amiga reflexionará sobre el impacto de su contenido o seguirá usando la tragedia ajena como herramienta de crecimiento?


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