Ante los aranceles recíprocos, China no se quedó atrás. Pekín anunció una lista de represalias que van desde impuestos del 34% a productos estadounidenses hasta restricciones a empresas gringas y freno de importaciones clave como pollo, sorgo y equipos médicos.
También lanzó un sistema de licencias para limitar exportaciones de tierras raras (esos minerales esenciales para fabricar desde autos eléctricos hasta misiles), y puso a 11 compañías estadounidenses en su lista negra. Por si fuera poco, investigará a DuPont por supuestas prácticas antimonopolio.
China dejó claro que no piensa quedarse cruzada de brazos ante lo que considera una “intimidación unilateral” por parte de Trump. Aunque Estados Unidos vende mucho menos a China de lo que compra, Pekín lanzó su respuesta apenas 36 horas después del anuncio estadounidense, en plena fiesta nacional.
Mientras los mercados temblaban y el S&P 500 caía, Trump posteó en su red: “¡CHINA SE EQUIVOCÓ!”. Pero los analistas dicen que esta vez China se siente más preparada que en la primera guerra comercial con Trump.
En definitiva, el conflicto entre las dos mayores economías del mundo ha entrado en una etapa más agresiva. Las represalias de China a los aranceles de Trump muestran que ya no hay lugar para pasos en falso, y que esta guerra comercial podría escalar más allá de lo económico.
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