La tarde del sábado 5 de abril, en medio de la euforia y emoción de un festival, la negligencia traicionó a dos jóvenes que solo estaban haciendo lo que tantas veces hemos hecho: trabajar.
Berenice Giles y Miguel Hernández, ambos fotógrafos, se encontraban trabajando en el Parque Bicentenario de la Ciudad de México cuando una estructura metálica, colocada sobre una grúa de tijera, colapsó debido a las fuertes rachas de viento. Ambos fueron trasladados de emergencia al Hospital General Dr. Rubén Leñero, pero ya no tenían signos vitales.
A pesar de la tragedia, el AXE Ceremonia no se detuvo. Las presentaciones musicales continuaron como si nada hubiera pasado. En las redes sociales del festival no hubo mención de lo ocurrido hasta horas después. Ni una palabra sobre las víctimas. Minimizaron los hechos de una manera inhumana y totalmente fría: “dos heridos”, dijeron. El IMSS desmintió: llegaron al hospital sin vida.
Protestan en Parque Bicentenario por la muerte de Berenice y Miguel en el AXE Ceremonia 2025
Al día siguiente, frente al Parque Bicentenario, las luces del escenario fueron reemplazadas por veladoras. Fotógrafos, reporteros, estudiantes y amistades levantaron un altar para recordar a “Bere” y “Mike”. Había flores, cámaras colgadas, y carteles que reflejaban la tristeza y rabia colectiva: “Ninguna pasión debería costar la vida”, “Nadie merece morir por hacer lo que ama”.
Ahí también se exigió justicia: que se cancelen futuras ediciones del festival, que se revoquen las concesiones a Eco Live —empresa organizadora— y a Operadora de Proyectos de Entretenimiento NLP, concesionaria del parque. Que haya consecuencias reales, no solo comunicados fríos.
AXE Ceremonia 2025: negligencias y omisiones
Las estructuras que mataron a Berenice y Miguel, fueron colocadas para que funcionaran como “puntos seguros de reunión”, vaya ironía, pero no debieron estar ahí desde el inicio. Las grúas tipo tijera donde fueron colocadas figuras decorativas no están diseñadas para sostener lonas o carteles. De hecho, uno de sus fabricantes advierte que hacerlo genera un “efecto velero” que puede provocar accidentes, justo como el ocurrido.
Las autoridades, en lugar de asumir responsabilidades, se pasaron la culpa, la misma respuesta tibia que siempre vemos. La alcaldía de Miguel Hidalgo aseguró que en la inspección del viernes previo al evento, las grúas no estaban instaladas ni registradas. La Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil culpó tanto a la alcaldía como a los organizadores, señalando una “deficiente supervisión de medidas preventivas”.
Aun así, el festival no se detuvo. La clausura llegó hasta pasada la 1:30 de la mañana del día siguiente. Ni las autoridades ejercieron presión para detener el evento y mucho menos encargados del AXE Ceremonia cancelaron presentaciones hasta horas después de los hechos.
Qué empresa organiza el festival AXE Ceremonia
La concesión del Parque Bicentenario está en manos de la empresa Operadora de Proyectos de Entretenimiento NLP desde 2018 y por 25 años más. El festival AXE Ceremonia es organizado por Grupo Eco, propiedad de Diego Jiménez Labora Prieto. La marca está registrada bajo La Agencia de los Socios, empresa en la que también tiene participación.
Por su parte, la Fiscalía General de Justicia de la CDMX informó que abrió una carpeta de investigación. Pero periodistas y asistentes exigieron que no se trate como un accidente más: que se investigue también el posible encubrimiento, la falta de protocolos y la negligencia institucional.
Detrás del espectáculo: precariedad laboral
Mientras el público canta, hay quienes apenas sobreviven. Staff de producción, seguridad y prensa trabajan en condiciones que rozan lo inhumano. Turnos maratónicos sin descanso, uniformes sucios o con plagas, sueldos miserables, amenazas si se quejan, y capacitaciones obligatorias sin paga.
En festivales como este, el Vive Latino o el Corona Capital, es común ver a trabajadores durmiendo en banquetas tras jornadas de más de 18 horas. Algunos ni siquiera tienen cómo pagar dónde quedarse. Otros simplemente se tiran en el pasto.
A estas empresas les encanta normalizar la precariedad laboral y la falta de condiciones y tratos dignos para sus trabajadores. Exigen todo y no dan nada a cambio, ni siquiera lo mínimo: seguridad, esa seguridad de que aunque no tengas el gran sueldo o las grandes herramientas laborales, al menos tu vida no debería correr peligro.
¿Cuántas muertes hacen falta para que algo cambie?
La muerte de Berenice y Miguel no fue accidental. Fue negligencia, consecuencia de decisiones irresponsables, omisiones graves y una industria que antepone el dinero a la vida.
Ambos compartían algo más que profesión: compartían amor por las historias contadas en imágenes, tenían sueños, metas… toda una vida por delante. Fue esa pasión la que los llevó a ese festival, al lugar donde la negligencia les arrancó la vida. No murieron por un accidente. Murieron por un sistema que nunca pensó en ellos.
Hoy su ausencia duele. Pero sus nombres resuenan como un grito incómodo para promotores y autoridades. Porque el mundo del espectáculo no puede seguir girando si deja atrás a quienes lo construyen con pasión y entrega. Solo estaban trabajando, y eso no debería ser una sentencia de muerte, ninguna vocación debería costar la vida.
Berenice y Miguel merecían volver a casa, merecían condiciones de trabajo dignas y seguras. Y ahora merecen memoria, justicia y verdad. Porque un oficio merece vivirse con dignidad y no con miedo.
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