Este martes, Hailey Bieber celebró un momento importantísimo en su carrera: aparecer en la portada de la revista Vogue. Acompañada de una entrevista donde habló de su embarazo, su maternidad y la expansión de su marca de cosméticos, Rhode, la modelo compartió su emoción en redes. Todo parecía ir sobre ruedas, hasta que apareció Justin Bieber con un comentario que —en lugar de sumar— nos deja pensando… y mucho.
Porque sí, Justin subió fotos de la portada y escribió un mensaje que, aunque disfrazado de apoyo y disculpa, deja entrever dinámicas de poder, control y ego que se repiten más seguido de lo que nos gustaría en muchas relaciones.
Justin dijo a Hailey que nunca estaría en portada Vogue
“Esto me recuerda cuando Hailey y yo tuvimos una gran pelea. Le dije que nunca estaría en la portada de Vogue. Vaya, lo sé, muy cruel”, comienza Justin. Luego, confiesa que lo hizo para herirla, porque “se sintió irrespetado” y pensó que vengarse era la solución. Después de contar eso (en el post donde se supone celebraba el logro de ella), cierra pidiendo perdón por haber dudado de su esposa y subestimado sus capacidades.
Lo que empezó como un homenaje, rápidamente se volvió una historia sobre él, sobre lo que él sintió, sobre cómo él la hirió… y, al final, cómo él maduró y ahora puede decir “perdón, tenía razón ella”. Pero el foco se fue. Ya no era sobre Hailey. Era sobre Justin.
¿Por qué esto incomoda tanto?
Porque aunque parezca un gesto de honestidad emocional —¡bravo por los hombres vulnerables!— no se puede ignorar el momento, el contexto y la estructura de poder en la relación.
Hailey está celebrando un logro profesional. Y en vez de que el apoyo se centre en ella, su esfuerzo y su trayectoria, aparece la narrativa del esposo que, en el pasado, le dijo que no lo lograría, y que hoy viene a pedir disculpas públicamente.
¿No podía felicitarla sin contarnos que antes no creyó en ella? ¿Era necesario recordar una humillación justo ahora? La portada de Vogue es sobre Hailey, su maternidad, su trabajo, su éxito… ¿por qué volverlo sobre él? Es ahí donde salta la reflexión: ¿cuántas veces a las mujeres se les exige “comprensión” ante las inseguridades de los hombres, incluso en sus momentos más importantes?
Este tipo de declaraciones disfrazadas de introspección emocional a menudo se convierten en trampas de reconocimiento masculino: quieren demostrar que “han cambiado”, pero lo hacen a costa de la narrativa de otra persona (en este caso, de Hailey).
Parece una disculpa, pero en el fondo es una forma de recordarnos que él tuvo poder sobre su autoestima, que él dudó de ella, y que él ahora la valida. Y eso es problemático, porque la validación masculina no es necesaria para que una mujer se sienta legítimamente orgullosa de sus logros.
Dinámicas comunes en relaciones y por qué hay que hablar de esto
No es solo “una pareja de famosos”. Es un reflejo de dinámicas cotidianas: hombres que minimizan o sabotean los logros de sus parejas, que sienten amenazada su identidad cuando ellas brillan, que ridiculizan sus sueños durante discusiones, y que después buscan redención… muchas veces pública, para lavarse la imagen, pero no siempre desde una reflexión profunda de sus actos.
Lo de Justin fue un microcaso de cómo opera el ego masculino en contextos de pareja. Y por eso incomodó: no porque la gente “odie a Justin”, sino porque reconoció patrones que ha vivido o visto una y otra vez.
Acompañar sin poner el ego por delante
Celebrar a tu pareja es reconocerla sin convertir su historia en una lección para ti mismo. Es dejar que tenga su momento, que sea el centro sin que eso te haga sentir menos. Es saber que una disculpa no siempre tiene que volverse contenido público, sobre todo si se trata de una cuestión privada y personal de ambas partes.
Hailey no necesitaba que Justin nos contara eso. El logro es suyo. La portada es suya. El foco tendría que estar en ella, en su crecimiento, su maternidad, su independencia como empresaria. Y sí, es válido que una pareja te acompañe en ese proceso. Pero acompañar no es robar cámara, ni recordarte tus peores momentos, ni “aplaudirte” reconociendo que una vez dudaron de ti.
Acompañar es celebrar de forma genuina, sin poner el ego por delante. Es saber cuándo hablar… y cuándo simplemente callar y admirar.
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