Figuras con historial anti-LGBT+ aparecen en el Pride CDMX

La Marcha del Orgullo LGBT+ 2025 en la CDMX fue, como cada año, una explosión de colores y resistencia. Con una asistencia histórica de más de 800 mil personas, el centro de la capital se pintó de arcoíris para celebrar la diversidad, exigir justicia por crímenes de odio y visibilizar luchas que aún siguen pendientes.

Pero mientras miles salieron a marchar con orgullo, respeto y memoria, algunas figuras con antecedentes en contra de los derechos de la comunidad aparecieron en el evento.

Sandra Cuevas reaparece en CDMX para celebrar Marcha LGBT+ acompañada de estos artistas

Entre los nombres más sonados estuvo Sandra Cuevas, quien en sus tiempos como alcaldesa eliminó el “Apoyo Económico para la Atención en Materia de Salud de las Personas Transgénero, Transexuales e Intersexuales”, argumentando que no creía en “dádivas”. Aun así, se dejó ver celebrando el Pride como si no hubiera borrado un programa vital para la comunidad trans.

Otra aparición que generó desconcierto fue la de Crista Montes, nombrada reina de la marcha organizada por la alcaldía Miguel Hidalgo. Mientras su propia hija, la actriz Gala Montes, la ha acusado en repetidas ocasiones de homofóbica.

Y ni hablar de Alfredo Adame, quien también estuvo presente pese a sus polémicas declaraciones sobre su hijo Sebastián, quien forma parte de la comunidad LGBT+. Aunque Adame asegura haberlo apoyado en su momento, también ha dicho que el distanciamiento surgió “cuando Sebastián hizo pública su orientación”. Pues… no suena muy aliado que digamos.

Del pinkwashing a la apropiación

Este fenómeno no es nuevo y tiene nombre: pinkwashing. Es decir, la estrategia de adoptar símbolos LGBTQ+ para limpiar una imagen pública, sin un compromiso auténtico con la lucha por los derechos.

Cuando estas figuras aparecen en la marcha sin haber rectificado sus acciones pasadas, sin ofrecer disculpas públicas o sin mostrar cambios reales en su discurso, no están siendo aliades, están ocupando un espacio que no les pertenece.

El Pride no es solo una fiesta; es un espacio de memoria, resistencia y cuidado colectivo. Por eso, la presencia de figuras que han promovido discursos o políticas anti-LGBTQ+ no solo resulta hipócrita, también se siente como una invasión a un espacio seguro construido por y para la comunidad. Estar en la marcha ondeando una bandera mientras se han negado derechos o reproducido discursos de odio, no es apoyo: es oportunismo.


La Marcha del Orgullo es un acto político. Quienes buscan tomarse la foto pero han fallado en proteger los derechos de la comunidad, no suman. Y aunque el Pride sigue siendo para todes, también hay que preguntarse: ¿cuál es el costo de permitir que quienes han sido parte del problema se presenten ignorando que han sido activos promotores de odio e invisibilización?


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