Una versión estadounidense corre el riesgo de convertir lo simbólico en estético, de vaciar el contenido para quedarse con la forma. Algo así como si hiciéramos un remake de Parasite ambientado en Los Ángeles: podríamos tener otra casa de ricos y otra familia pobre, pero jamás sería la misma historia.
¿Qué pierde la cultura cuando todo se adapta a Hollywood?
Esta necesidad de “reproducir lo que funcionó” bajo los términos de Estados Unidos es también una muestra de resistencia a la descentralización cultural. Aunque vivimos en un mundo cada vez más interconectado, donde series coreanas, mexicanas, alemanas o argentinas pueden triunfar en plataformas globales, Hollywood sigue viendo con recelo lo que no nace en inglés.
Y no es solo un problema de idioma. Es una forma de imponer un modelo narrativo que prioriza ciertos valores, estéticas y formatos sobre otros. Un remake estadounidense de El Juego del Calamar no solo tendría nuevos actores: tendría nuevas reglas, nuevas motivaciones y, probablemente, un final más digerible.
¿Y qué tiene de malo eso? Que en lugar de abrirnos a nuevas formas de contar el mundo, volvemos a meter todo en el mismo molde. Y si todo se parece a Hollywood, entonces ¿qué sentido tiene hablar de diversidad cultural?
Estados Unidos no sabe apreciar y aceptar lo que no viene en su idioma
Si el spin-off estadounidense abordará su propia versión de la desigualdad, la deuda estudiantil, la crisis del sistema de salud o la violencia estructural, entonces podría generar una reflexión distinta y genuina. El problema es que, históricamente, los remakes norteamericanos no suelen ir por ese camino. Casos como Oldboy o Skins demuestran que la fórmula más usada es simplificar, suavizar o simplemente copiar.
El público global ya está listo para consumir contenido diverso, con subtítulos, doblajes o en su idioma original. El Juego del Calamar no fue un éxito a pesar de ser coreano, sino gracias a que lo fue.
Y quizás, en vez de gastar millones adaptando historias ya contadas, la industria gringa podría invertir en descubrir las que aún no se han contado. Porque talento hay en todo el mundo. Solo hace falta escucharlo… en todos sus idiomas.
En el universo del Juego del Calamar, cada jugador aceptaba entrar a jugar por desesperación. Ojalá que Hollywood no esté entrando en esta nueva ronda por la misma razón: porque se quedó sin ideas frescas y necesita repetir la fórmula ganadora.
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