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¿Por qué cada vez es más difícil que como joven te compres una casa o un auto?

¿A qué edad tus padres ya tenían un auto o una casa propia? Ahora pregúntate: ¿a qué edad podrías tener tú una propiedad? Esta pregunta refleja la realidad económica de los jóvenes en México, quienes enfrentan un escenario mucho más difícil que el de generaciones anteriores. La adquisición de bienes como una vivienda o un automóvil parece cada vez más un sueño que una realidad para todos los jóvenes del país.

“El pobre es pobre porque quiere”

Con frecuencia, las personas que se autonombran con “mentalidad de tiburón” suelen propagar discursos sobre que el pobre es pobre porque no se esfuerza lo suficiente en ahorrar o que hace demasiados “gastos hormigas”, como ese café diario o las papitas que compras en la tiendita. Afirman que estos hábitos impiden el ahorro, y por lo tanto, la acumulación de riqueza. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja.

Aunque dejar de comprar esos pequeños placeres podría ayudarte a ahorrar unos pesos, la verdad es que este dinero no alcanza para hacer frente al costo actual de bienes necesarios para vivir, y menos para andar pensando en comprar una casa o un auto.

Los datos duros

Según los datos más recientes del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), aproximadamente 44 millones de mexicanos viven en condiciones de pobreza moderada, o en otras palabras: vulnerabilidad económica

Cuando hablamos de vulnerabilidad económica, nos referimos a que aunque los jóvenes tengan un empleo o reciban un ingreso constante, éste es suficiente sólo para vivir al día, por lo que de perder el trabajo o enfrentar una crisis, podrían perderlo todo. Pues su salario no les permite ahorrar o tener un colchoncito de emergencia para imprevistos. 

Este concepto también está relacionado con la falta de acceso a empleos bien remunerados, servicios de salud, y vivienda asequible, lo que perpetúa la precariedad económica. A eso súmale que la educación se ha encarecido y cada vez son menos los jóvenes que tienen acceso a la preparatoria o universidad, lo que hace más difícil que en el futuro consigan un trabajo bien remunerado.

Difícilmente los jóvenes pueden mejorar su situación económica 

Es un problema que no es sólo individual, sino sistémico, ya que las condiciones estructurales del mercado laboral y la economía dificultan que los jóvenes puedan salir de la pobreza o mejorar su nivel de vida​.

La vivienda, uno de los principales símbolos de estabilidad económica, se ha vuelto un lujo para la mayoría. En la Ciudad de México, por ejemplo, una casa promedio cuesta alrededor de 2.5 millones de pesos, lo que implica que necesitarías un salario mensual de 50 mil pesos para poder adquirirla. 

Sin embargo, de acuerdo con el INEGI, más del 56% de los mexicanos pertenecen a la clase baja, ganando por debajo de 12 mil pesos al mes. Ni siquiera siendo clase media, ganando 23 mil, podrías ahorrar para comprar una casa.

Falta de empleos bien remunerados

Además, el contexto laboral ha cambiado. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, donde los trabajos eran más estables, los empleos actuales suelen ser temporales, con pocas prestaciones y mal pagados. Esto no sólo afecta la posibilidad de ahorrar, sino que también retrasa decisiones importantes como la independencia financiera y la formación de una familia.

A pesar de que la productividad ha aumentado, los salarios no han seguido el mismo ritmo. Esto, junto con el incremento desproporcionado en los precios de la vivienda, ha deteriorado el poder adquisitivo de los jóvenes. Si bien en generaciones anteriores era posible comprar una casa con un solo ingreso familiar, hoy en día, para la mayoría, este es un sueño casi inalcanzable.

No se trata de que los jóvenes ya no quieran trabajar o quieran recibir más por el menor esfuerzo, simplemente quieren ser remunerados justamente, quieren poder tener libertad financiera. Tampoco se trata únicamente de cómo gestionas tus gastos, sino que el mismo sistema perpetúa la desigualdad

La cuestión es que las condiciones económicas actuales no permiten que la mayoría de jóvenes puedan mejorar su situación financiera de manera significativa. El problema no es individual, es sistémico.

Por eso, la próxima vez que alguien te diga que no trabajas lo suficiente o que no te esfuerzas por ahorrar, no te sientas culpable. Al final del día, es el sistema el que parece estar diseñado para mantenernos atrapados.


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