México, como nación independiente, lleva más de dos siglos existiendo, cientos de años en los que jamás habíamos presenciado un hecho tan histórico como el sucedido este 1 de octubre de 2024. Por primera vez, una mujer desde el Poder Legislativo entregó la banda presidencial a otra, mientras una tercera mujer, al frente del Poder Judicial, aplaudía desde la tribuna. Este acto, más que un cambio de mando, simbolizó los años de lucha de millones de mexicanas que habían anhelado este día.
Durante unos días, las tres instituciones principales del país, el Poder Ejecutivo (desde donde se dirige el país y ejecutan las leyes), Legislativo (que crea las leyes y representa a la ciudadanía) y Judicial (que asegura que estas leyes sean aplicadas correctamente), estuvieron lideradas por mujeres. El resultado de décadas de exigir igualdad de género y reconocimiento del liderazgo femenino en los más altos mandos de poder.
Claudia Sheinbaum en la presidencia del país, Norma Piña al mando de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, e Ifigenia Martínez liderando el Congreso, fueron las encargadas de representar a todas las mujeres que pelearon —y siguen luchando— por ser reconocidas en una nación todavía machista y misógina.
Una lucha de años
Este momento es un triunfo de un esfuerzo colectivo que comenzó hace muchas décadas. Desde las primeras feministas hasta las defensoras de los derechos políticos y sociales de las mujeres, la batalla ha sido constante. El derecho al voto en 1953 fue un primer hito, pero la verdadera inclusión y reconocimiento en los espacios de poder ha sido un proceso más largo y lleno de obstáculos.
La lucha por ocupar estos espacios ha implicado desafiar normas y estereotipos de género profundamente arraigados, pero también la construcción de alianzas, la creación de leyes y políticas, y una inquebrantable resistencia ante las adversidades. Las mujeres en la política mexicana han tenido que demostrar, una y otra vez, que no sólo son capaces, sino necesarias.
Cientos de veces hemos visto cómo las mujeres en el poder son sometidas a un escrutinio más severo que sus contrapartes masculinas. Porque ellos nunca han tenido que pronunciar en voz alta sus sueños para que sean posibles; las mujeres, en cambio, hemos tenido que gritarlos y pelearlos para hacerlos realidad.
Hace años, ¿quién podría haber imaginado que una mujer aspirara a la presidencia de la República, cuando ni siquiera tenía acceso a la educación? ¿Cómo les explicamos a aquellas mujeres que lucharon incansablemente por el derecho al voto que hoy no sólo votamos, sino que también somos elegidas?
Aunque todavía nos falta mucho para hablar de un México libre de desigualdad y discriminación de género, el simbolismo de este momento proyecta una nueva realidad para las generaciones jóvenes, que ahora pueden ver como una posibilidad tangible llegar a los más altos niveles de poder en el país.
Ifigenia Martínez: un legado de lucha y convicción
Ifigenia Martínez, una mujer clave en este hito, dedicó su vida a la política y la academia. Siguió luchando por la representación femenina y el cambio social.
Fue economista, fundadora del Partido de la Revolución Democrática (PRD), primera mexicana en obtener una maestría en la Universidad de Harvard, primera mujer directora de la Facultad de Economía de la UNAM, y en 1968 fue una de las principales defensoras de los estudiantes tras la invasión del ejército en Ciudad Universitaria. Su papel en la política mexicana ha sido trascendental.
Tras una vida de luchas, su muerte, apenas unos días después de entregar la banda presidencial a Sheinbaum, cierra un ciclo que comenzó décadas atrás, pero deja un legado inmortal de compromiso con la igualdad y justicia. ifigenia no sólo será recordada por su larga trayectoria profesional, sino por haber sido una pionera que abrió el camino para las mujeres en los más altos cargos del gobierno.
Gracias a su legado, hoy en día las niñas no tendrán que imaginar lo que sería ser hombre para alcanzar un puesto de poder. Ahora sabrán que ser mujer no es un obstáculo, que su papel en la sociedad no se resume en ser cuidadoras y madres, sino que pueden ir tan lejos como quieran y llegar a ser senadoras, diputadas y hasta presidentas de un país entero.
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