Cada 20 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Memoria Trans, una jornada que trasciende fronteras y pone en el centro a las personas transgénero y de género no fluido que han perdido la vida a manos de la violencia y el odio. Este día no sólo busca recordar a las víctimas, sino también exigir un alto a la transfobia y visibilizar las condiciones de exclusión y peligro que enfrenta esta comunidad.
Pero en México, esta fecha resuena con una urgencia desgarradora. Con 52 homicidios de personas trans y género-diversas reportados entre octubre de 2022 y septiembre de 2023, nuestro país ocupa el segundo lugar mundial en asesinatos de personas trans, sólo después de Brasil, según el informe del proyecto de investigación Monitoreo de Asesinatos Trans 2023 de Transgender Europe (TGEU).
En lo que va de este año 2024, se han registrado al menos 55 asesinatos a mujeres trans, de acuerdo con datos recopilados por la Asamblea Nacional Trans No Binarie y el colectivo Transcontingenta.
Estos datos son la punta del iceberg de una realidad subregistrada, ya que muchos crímenes permanecen en el anonimato o ni siquiera son reconocidos como tales por el Estado.
La brutalidad detrás de las cifras
El panorama de violencia es escalofriante. En América Latina y el Caribe, la región más mortífera para las personas trans, se documentaron el 73% de los homicidios a nivel mundial. Estos crímenes no son hechos aislados: son actos de odio extremo, resultado de un sistema que margina y discrimina desde la raíz.
En México, organizaciones como Letra S han denunciado los patrones de violencia brutal que enfrentan las personas trans: cuerpos mutilados, quemados, arrojados en espacios públicos como un cruel recordatorio de que, para muchos, estas vidas no tienen valor. Pero este odio no ocurre en el vacío. Surge de una estructura social y legal que lo permite, y además perpetúa esta violencia.
Únicamente 13 entidades del país tienen tipificado el delito de crimen de odio por orientación sexual, identidad o expresión de género. El reconocimiento del odio en el sistema de justicia mexicano sigue siendo una tarea titánica, lo que deja a las víctimas sin justicia y a sus agresores en la impunidad.
¿Por qué este día importa tanto?
El Día de la Memoria Trans no es sólo una fecha para encender velas o pronunciar discursos. Es un recordatorio contundente de que las personas trans siguen siendo asesinadas simplemente por existir. Es una invitación a reconocer sus vidas y, sobre todo, a no olvidar que detrás de cada número hay una historia, una persona con sueños, con familia, con derecho a vivir en paz.
Este día tiene sus raíces en una tragedia que marcó a la comunidad trans en Estados Unidos: el asesinato de Rita Hester en 1998. Su muerte, como muchas otras, quedó impune. Pero también fue el detonante para la creación de esta jornada, que desde entonces se ha convertido en un grito global por justicia y dignidad.
La memoria no basta. Es urgente que el país pase de la memoria a la acción. Empezando por el reconocimiento del odio en la legislación. Asimismo, la población debe dejar atrás los tabúes y prejuicios que sólo dañan y perpetúan discursos de odio. En ese sentido, se debe combatir la transfobia desde la infancia, promoviendo el respeto y la empatía hacia todas las identidades de género.
Exigir igualdad de derechos, acceso a la salud, protección legal y un entorno libre de violencia no es pedir demasiado. Es simplemente pedir justicia y dignidad para todes.
A pesar del dolor, la comunidad trans sigue luchando con una fortaleza que inspira. Desde las calles hasta las redes sociales, las personas trans y sus aliadxs están cambiando narrativas, derribando prejuicios y reclamando espacios. Porque ser trans no debería ser un acto de valentía, sino simplemente ser. Cada persona trans merece vivir con orgullo, amor y seguridad.
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