Bien dice Mariana Enríquez, escritora y fangirl confesa, que todxs somos fans de algo. Sin embargo, no todas las personas que muestran pasión por algo son tratadas de la misma manera. Y un ejemplo claro son las fangirls, quienes por décadas han sido el blanco fácil de un montón de burlas y estereotipos. Se les llama “locas,” “obsesionadas” o “infantiles” sólo por mostrar pasión hacia algo o alguien.
¿Por qué el fanatismo femenino sigue siendo minimizado, ridiculizado o despreciado? La historia y la cultura han construido una narrativa donde a las fangirls se les estigmatiza, ignorando que su impacto trasciende más allá de cualquier prejuicio. Lejos de ser simples “admiradoras obsesionadas,” las fangirls son agentes de cambio, comunidades organizadas capaces de transformar industrias, visibilizar movimientos y construir espacios de pertenencia y expresión.
A través de redes sociales, movimientos organizados y una energía inagotable, las fangirls no se limitan a consumir cultura, sino que la crean, la moldean y la hacen avanzar. Sin embargo, a pesar de su evidente impacto, su poder sigue siendo subestimado y, peor aún, ridiculizado.
Fangirls que cambian el mundo
Comúnmente, el trabajo de las fangirls suele ser invisibilizado y reducido a estereotipos simplistas: las “locas” que pasan horas haciendo fila para ver a sus artistas o grupos favoritos. Pero las fangirls son mucho más que consumidoras.
Ellas levantan clubes de fans, organizan eventos, escriben fanfics, crean arte inspirado en aquello que aman y generan una red de apoyo y comunidad en torno a sus pasiones. Gracias a su dedicación, muchas series, libros, películas y artistas han trascendido fronteras, convirtiéndose en fenómenos globales.
Son ellas las que se encargaron de dar a conocer por todo el mundo toda una cultura de un país con los grupos de k-pop, de llevar a artistas como Taylor Swift a conquistar cualquier escenario, de convertir sagas como Crepúsculo en éxitos mundiales. Son ellas las que han estado moviendo industrias. Porque ellas saben muy bien qué hacen y por qué lo hacen.
Las fangirls siempre han estado ahí
Y claro, aunque la mayoría son jóvenes, también existen las adultas de todas las profesiones y oficios. Porque ser fangirl no es una etapa. Un claro ejemplo son las fans de artistas y grupos como Backstreet Boys, Luis Miguel y Alejandro Sanz, que han crecido a la par de sus ídolos y, sin importar cuántos años pasen, los siguen apoyando.
Porque este fenómeno no es nuevo. Nuestras madres, abuelas y todas las mujeres antes de ellas han sido fangirls de algo. Desde las jóvenes que corrían de un lado a otro para que todas las estaciones de radio pusieran a los Beatles, hasta quienes coleccionaban recortes de sus actores favoritos o esperaban frente a la televisión para ver el estreno de su novela preferida.
Las fangirls han estado presentes en todas las épocas, aunque la sociedad siempre se ha encargado de minimizarlas. Lo que pocos reconocen es que estas mujeres, con su pasión y dedicación, han sido fundamentales para moldear industrias enteras. Han impulsado la música, el cine, la literatura y muchas más áreas, construyendo movimientos que trascienden generaciones. Así que ya es momento de reconocer tanto su trabajo y esfuerzo como sus pasiones.
El doble estándar del fanatismo
Al final de todo, el patriarcado sigue moldeando y construyendo narrativas muy rígidas sobre lo que se espera de mujeres y hombres en relación a sus gustos, emociones y pasiones. Y estas expectativas limitan la libertad de disfrutar plenamente de lo que aman sin ser juzgados.
El patriarcado ha impuesto la idea de que los intereses femeninos son “menos serios” o “banales”. Cuando una mujer muestra pasión por algo, especialmente en espacios culturales como música, series, o literatura, se le tacha de “obsesionada” o “inmadura”. Juicios que desestiman la inteligencia, el esfuerzo y la creatividad de las fangirls, perpetuando la idea de que lo que ellas aman carece de valor real.
Pero, a su vez, el mismo patriarcado oprime a los hombres, limitando su capacidad de disfrutar abiertamente de ciertas cosas consideradas “no masculinas”. Si un hombre es fanático de algo que no encaje en la narrativa tradicional del fútbol, los autos o los deportes extremos, se arriesga a ser ridiculizado y estigamtizado.
Por ejemplo, un hombre que expresa entusiasmo por el k-pop, por escribir fanfics, o incluso por coleccionar algo que le apasiona, puede enfrentarse a críticas similares a las que enfrentan las fangirls. Esto se debe a que el patriarcado rechaza cualquier comportamiento que desafíe las normas de género tradicionales.
El problema no es la intensidad de la pasión, sino la forma en que la sociedad la encasilla dependiendo de quién la vive. A las fangirls se les infantiliza, a los hombres se les ridiculiza, y a todxs se nos niega el derecho de sentir libremente.
¿Entonces, qué nos queda? Entregarnos con todo nuestro ser a aquello que amamos, sin miedo al juicio, y romper con esas barreras sociales que aún en la actualidad están presentes, pero que en un futuro podemos hacer desaparecer.
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